El asunto del lenguaje inclusivo se ha convertido en un material altamente inflamable. Las redes sociales son la evidencia más clara de los encarnizados debates en torno al advenimiento del lenguaje inclusivo como catalizador para el reconocimiento de las diversas identidades de género. Hay quienes, como Vargas Llosa, consideran que el lenguaje inclusivo es una “aberración dentro del lenguaje”. Frente a esta posición, están quienes defienden el lenguaje inclusivo y reclaman que la RAE abra el debate.
Y luego está la RAE, que en el Libro de estilo de la lengua española, lanzado en noviembre de 2018, dice: «En español, el género masculino, por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos». Luego agrega: «No se considera válido el uso de la arroba, la e o la x para hacer referencia a los dos sexos: l@s niñ@s, les niñes, lxs niñxs». Nota mía: no tiene en cuenta los no binarios, solo los “dos sexos”.
Sin embargo, la RAE no prohíbe el uso del lenguaje inclusivo, solamente dice que no lo considera válido y, además, que lo ve innecesario.
En 2020 tuve la oportunidad de leer Vikinga Bonsái, de la argentina Ana Ojeda, en la cual, en determinados pasajes, recurre al lenguaje inclusivo. A continuación, un fragmento:
Les chiques, por boca de su delegado sindical Momo, piden por favor que se baje el tono de voz o, caso contrario, se domicilien en algún otro lugar para hablar, no les dejan escuchar la peli. Gregoria Portento se asegura expeditiva hora y media de libertad con el programa para tejidos mixtos #LanceArmstrong y les hace señas a las alegres comadres para que la sigan. Proceden en fila india hacia el departamento de Pia Eva Angélica, últime la feminazi. Dejan la puerta abierta trabada detrás de una silla, lo cual inicia aéreo correntón cálido que estrella ventanas y puertas, festejado con algarabía de suspiros por parte de les menores hipnotizades delante del televisor con devedera.
Que yo sepa, Ana Ojeda no ha sido encarcelada ni condenada por ningún delito contra la lengua española, y tampoco que la RAE haya confiscado o solicitado la retirada o quema de la edición. La obra está muy bien, pero no por el lenguaje inclusivo, que es una pincelada, sino porque es una historia bien contada y Ana Ojeda demuestra un férreo dominio de los recursos lingüísticos para nutrir el placer de la lectura.
La RAE no legisla
En resumen, la RAE no impone nada. Por el contrario, como recoge un artículo de la sección Cultura de ABC, Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dijo: «La RAE no hace políticas legislativas, sino que simplemente explica cómo hablan la mayoría de los hablantes y recoge las normas». Dicho de otro modo, la RAE no “dicta cómo se debe hablar”, sino que va recopilando usos y costumbres lingüísticas con la finalidad de que la comunicación entre personas fluya y así evitar “confusiones ortográficas”, como entre “tenias” —platelmintos, gusanos planos— y “tenías” —del verbo tener—.
En diálogo con Infobae respecto al uso de la letra e para eliminar el masculino (todes, chiques, alumnes), el director de la Real Academia Española dijo: «Constataremos cómo evoluciona esto y si fuera el caso de que se consolida, se estabiliza, el uso se hace habitual, se hace general, la RAE estará muy contenta de incorporarlo». Pero la cita anterior no es un caso aislado. Otro artículo de la sección Cultura de ABC señala que, durante el Foro de Justicia del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM), Santiago Muñoz Machado declaró:
Bueno, si realmente alguna de esas fórmulas se repite tanto que se convierte en lenguaje ordinario de una mayoría de los españoles, tendrá éxito y se incorporará a nuestro lenguaje ordinario, claro que sí. Todos y todas, por ejemplo, está teniendo bastante progresión. […] Si todos nos empeñáramos en otras, otros y ‘otres’, si todos utilizáramos padre, madre y ‘adre’, al final esas palabras prosperarán y se incorporarán al lenguaje.
Doy fe de que así será, porque ya hemos visto cómo se incorporaron antiguas incorrecciones lingüísticas, como almóndiga o toballa, que jamás soñé que aparecerían en el diccionario. No podemos exigirle a la RAE que “legisle” sobre el lenguaje inclusivo, no es su función. Es la sociedad la que tiene que marcar el rumbo, así que, de momento, cabe preguntarnos si el uso del lenguaje inclusivo está consolidado, estabilizado y es habitual.
El día a día del lenguaje inclusivo
En la vida diaria, muy contadas veces he escuchado que alguien intente evitar el genérico masculino, incluso en medios académicos. Hace pocas fechas asistí a la presentación del libro de un profesor universitario, y el asiento del lenguaje inclusivo estuvo vacío durante todo el acto. También voy a descartar esa búsqueda de “quedar bien ante las luces y las cámaras” tan habitual en el ámbito político, con discursos desbordados de “todas y todos”, “compañeras y compañeros”, “ciudadanos y ciudadanas”, “españoles y españolas”… pero cuando los escudriñas un poco, se advierte que el lenguaje inclusivo se queda en unos pocos desdoblamientos típicos y tópicos.
En medios escritos —prensa, blogs— se percibe algún esfuerzo por guardar las formas, aunque sin llegar a ser enunciados íntegramente inclusivos. Solo hace falta leer alguna noticia sobre la erupción del volcán en La Palma para ver que «los vecinos han sido realojados» (El País); «los vecinos de La Palma también expresan su indignación por el turismo volcánico» (La Sexta). Son solo dos ejemplos que se repiten en casi toda la prensa. Caben dos opciones: que estos medios coinciden con la postura RAE respecto a que el genérico masculino abarca todos los sexos, o que en La Palma no hay ni vecinas ni vecines.
El problema es que sin activismo no hay posibilidades de evolución, ni de revolución.
No obstante, no vamos a agarrarnos la cabeza y acusar de machistas o discriminadores a los medios por lo que menciono en el párrafo anterior. En realidad, dejar atrás tantos siglos de genérico masculino requiere tiempo, además de mucha competencia lingüística para construir un enunciado inclusivo sin recurrir a desdoblamientos (todas y todos) o la @, la e o la x.
Durante el año 2020 corregí 42 obras literarias, de las cuales solo dos intentaban, tibia y torpemente, usar el lenguaje inclusivo. En lo que va de 2021, de 31 obras, solo una. Lo curioso es que algunas de las 73 obras fueron escritas por gentes que en las redes sociales se muestran favorables al lenguaje inclusivo, y a veces con mucho fervor. Soy extremadamente discreto, así que no hago más preguntas que las necesarias para el beneficio del proceso de corrección. No obstante, es normal que se establezca cierta relación de confianza con quien contrata mis servicios, y en ese contexto he podido saber que la razón que más pesa en la decisión de no encarar una obra desde el lenguaje inclusivo es la de no “ensuciar” el texto con desdoblamientos o recurrir a @, x o barras (todos/as). Respecto al uso de la e, lo que suelen argumentar es que la RAE lo prohíbe, lo cual, como ya he explicado, no es así, porque tampoco legisla.
Ahora bien, llevas leídas en torno a 1.200 palabras y te preguntarás si al final estoy a favor o en contra del lenguaje inclusivo o si solo estoy ejerciendo de abogado de la RAE. Siento decepcionarte. Este artículo no va sobre mi postura frente este tema, y menos aún de defender a la RAE. Tampoco de dar o quitar razón a quienes defienden o critican el lenguaje inclusivo, espero que esto quede lo suficientemente claro. Lo que me interesa es la más que probable evolución que tendrá la lengua española a partir de tantas posturas enfrentadas, y que el lenguaje nunca debe ser un corsé para la Literatura, ni una barrera creativa, a condición de que la comunicación sea legible y fluya con claridad hacia las mentes de quienes leen una obra literaria.
Lenguaje y Literatura
El lenguaje es un constructo cultural en constante evolución; permite comunicarnos, esa es su función, y además es maleable y poderoso, tanto que puede utilizarse para instruir y transmitir el acervo cultural de la humanidad como para adoctrinar con los fines más escabrosos. Lo usamos a diario, está presente hasta en el bote de champú. Convivimos con el lenguaje, a cada instante, y también lo inventamos —como ocurrió con la palabra «postureo»—, y lo reinventamos —como hicimos con el «iros»—. Lo hacemos evolucionar, tanto que quizás Cervantes ya no nos entendería.
Para quienes tengan como meta la producción obras literarias, el lenguaje no es —o no debería ser— un cauce hermético, sino el puente entre escribir bien y el arte. La única norma inviolable es la ortografía, porque no es lo mismo “morir abrazada» que «morir abrasada». Si la gramática también fuera una norma inviolable, técnicas narrativas como el fluir de la conciencia no existirían.
Y si hablamos de Literatura, no es fácil alcanzar un acuerdo global respecto a qué es y qué utilidad tiene. No obstante, me animo a aventurar que sirve para mostrar, a través de ficciones, que el mundo real es una chapuza, que no es lo que debería ser. Sin importar si es una novela policial, de ciencia ficción, romántica…, siempre representa la complejidad del mundo y la naturaleza humana, y deja frente a sus propias incertidumbres y contradicciones a quien lee, e incluso cara a cara con su rol en una realidad opuesta a la idea de felicidad para toda la humanidad. Y en esto, el lenguaje cuenta, claro que cuenta.
El lenguaje inclusivo de la @ y la x…
Se han tanteado muchas formas para que el lenguaje inclusivo abrace todas las sensibilidades, pero más allá de las intenciones, hay que analizar la viabilidad comunicativa, principal función del lenguaje.
El uso de la @ o la x atiende a toda la diversidad de género, es cierto, pero excluye a la gente con discapacidad visual, ya que estos caracteres obstaculizan la acción de los dispositivos lectores. Algo similar ocurre con los audiolibros. Intenta leer tod@s o todxs en voz alta. ¿A que es impronunciable?
Si hablamos de inclusión, no solo debemos atender a la diversidad de género.
Respecto al uso de la barra —niña/o— o los paréntesis —niña(o)—, además de que excluye a los géneros no binarios, sigue siendo un incordio para la lectura oral. Por otra parte, no son recursos propios de la Literatura, sino de textos formales como las cartas que nos suelen enviar algunas instituciones del Estado.
El lenguaje inclusivo de los desdoblamientos
Los desdoblamientos tienen dos problemas. El primero es que se queda en el plano de la polarización sexual —hombre y mujer, todos y todas— pero no toma en cuenta la diversidad de género. El segundo tiene que ver con un aspecto de sumo interés para quienes nos dedicamos al arte de escribir; porque ya no se trata de que la RAE los admita —que me da igual—, sino del ritmo, de la estética narrativa, del placer de la lectura.
Si fuera algún desdoblamiento puntual, porque a veces es complicado evitarlo, sería pasable, pero si decidimos adoptar ese estilo de lenguaje inclusivo, será hasta las últimas consecuencias. De lo contrario, podría resultar un batiburrillo de desdoblamientos y no desdoblamientos como el que encontré en una obra que me enviaron para corregir:
Chicas y chicos, no debéis sentiros frustrados o enfadados por estar solas o solos. A veces, la soledad es la mejor receta para reflexionar sobre si nuestros amigos realmente son amigos o solo colegas de fiestas.
¿De qué vale desdoblar en chicos y chicas, solas o solos, si en el resto seguimos con el genérico masculino? Ahora bien, imaginaros cómo sería la lectura una obra literaria plagada de desdoblamientos.
El lenguaje inclusivo del morfema –e
La opción del morfema gramatical –e (todes, niñes, amigues) es la que menos afecta a la estética y fluidez del discurso narrativo, lo cual puede apreciarse en el fragmento citado de Vikinga Bonsai. Como las formas de lenguaje inclusivo precedentes, esta también es una de las —parafraseando el tuit de la RAE— estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical. La finalidad concreta, nuevamente, es «neutralizar» el lenguaje, pero de manera más amable para la lectura, oral y escrita, y pareciera que hay cierto consenso al respecto.
En un artículo publicado en Cambio 16, número 260, 11 de noviembre de 1976, titulado «Sexismo y lenguaje», Álvaro García Meseguer escribió: «Corno las desinencias en o y en a son, en la mayoría de los casos, las propias del masculino y el femenino, una solución sencilla consiste en asignar la desinencia en e al género común, es decir, a la persona». Atención a la fecha: 1976, casi 46 años, ¿vale? Esto no es nuevo.
En una entrevista para La Tercera (16/11/2018), a propósito de la publicación de su novela La creación de Eva, el escritor argentino Federico Jeanmaire propone la a —en lugar de la e— como neutralizador de la lengua, y se cita un fragmento de su obra:
Días se da cuenta de que el hombre está muy sola. La dice así, textual: No es buena que el hombre esté sola. Y pasa la que pasa. Pasa que opera a Adán.
Las razones que ofrece Federico Jeanmaire tienen, digamos, cierta lógica, pero contiene dos errores de fondo insalvables. Por un lado, sería como cruzarse a la acera de enfrente, del genérico masculino al femenino; y por el otro, solo atiende a la diversidad binaria, es decir, mujer y hombre, aspecto que sí salva el uso de la e. Me parece que hay gente que no se entera de que el problema hace tiempo que ha dejado de ser sexista para ser de género.
Por lo tanto, intuyo que la terminación –e es la opción de lenguaje inclusivo con más posibilidades de consolidarse, estabilizarse y ser habitual en la sociedad.
El lenguaje inclusivo con los recursos propios de la lengua
He escrito ya casi 2.300 palabras de un texto inclusivo sin recurrir a ninguno de los modelos de lenguaje de los vistos hasta ahora. Solo me he valido de los recursos que me ofrece la lengua española.
Obviamente, habrá quienes me repliquen o reclamen que no concedo visibilidad explícita a la mujer ni a quienes se sienten no binarias, y es verdad, pero tampoco se la concedo a los hombres. Para visibilizar sensibilidades de género, si aspiras o te dedicas a escribir obras literarias, hay otros recursos, como los diálogos, la construcción de personajes, por citar algunos.
Veamos un par de ejemplos obtenidos de obras con intencionalidad inclusiva que llegaron a mis manos para someterlas a corrección.
Frase:
No dejes de vestirte a la moda y ponte guapa(o) para ti misma(o).
Solución propuesta:
No dejes de vestirte a la moda y frente al espejo siéntete a gusto con tu imagen.
Frase:
Eres valioso o valiosa, tienes mucho que aportar a este mundo. Si te encuentras enfermo, no te des por vencido.
Solución propuesta:
Eres de gran valía para el mundo. Si sufres una enfermedad, lucha por superarla.
Está claro que hay situaciones cuyas soluciones resultan muy complejas. En un tuit del 22/9/2018, Cory Acosta (@coryacr) publicó una infografía sobre el «uso correcto del lenguaje incluyente» (ver imagen), en la cual indica que «los niños/les niñes» es incorrecto y que lo correcto es «la niñez/la infancia». La gente publica cualquier torpeza que “quede bien” con tal de ganar seguidores. A ver cómo hace Cory Acosta para encajar sus recomendaciones en una frase como esta:
Los niños de la sala de infantil correteaban por el patio de la escuela.
¿Cómo la escribiría? ¿La infancia correteaba…, la niñez correteaba? Hay situaciones que, aun pareciendo sencillas, no tienen soluciones simples, al menos sin recurrir a formas que podrían retorcer la esencia de la frase.
Ángélica Sátiro, doctora Cum Laude en Pedagogía por la Universidad de Barcelona, suele utilizar la palabra «criaturas». Las criaturas de la sala de infantil correteaban por el patio de la escuela. La solución es aceptable, aunque binaria.
La labor de corrección frente al lenguaje inclusivo
Mi filosofía como corrector sigue invariable: una obra literaria es un impulso artístico que está por encima de cualquier convención lingüística, lo cual no significa que todo vale. No, de ningún modo. No es lo mismo producir un texto literario en el cual, a sabiendas, se cometen transgresiones lingüísticas, que camuflar la ignorancia argumentando libertad artística. Los supuestos errores de estilo siempre tienen dos vertientes: la intencionalidad, que implica conocimiento, o las carencias lingüísticas. Una redundancia o un gerundio mal utilizado seguirán siendo incorrectos al margen del perfil de lenguaje utilizado.
Dicho esto, es evidente que quienes nos dedicamos a la corrección de textos debemos ser conscientes de que estamos en los albores de una probable evolución de la lengua española, que no tendría precedentes. No sé si finalmente se consolidará, se estabilizará y será habitual en la sociedad, pero no seré yo, como corrector, quien coarte el activismo y la evolución del lenguaje inclusivo amparándome en la validez que la RAE le conceda. No se trata de mi postura respecto a este «conflicto», sino de libertad de expresión y de que el arte es parte de la evolución humana; y el lenguaje también.
Cada vez estoy más convencido de que la Literatura sirve para comprender que ser feliz en un mundo de infelices es solo una apariencia de felicidad; en algún momento de la vida se nos hará trizas en las manos. Y por eso este artículo, porque al margen de las posturas individuales o colectivas, de que estés a favor o en contra, tendremos que reflexionar sobre si vale la pena que un morfema —que en nada nos cambiaría la vida— nos divida hasta niveles de odios viscerales y nos impida evolucionar hacia una sociedad en la que no haya gente infeliz.
Imagen destacada: Jess Bailey en Unsplash
Me ha gustado mucho tu entrada. Trata en detalle y con numerosos ejemplos el tema y su relación con la literatura. Yo quería comentar tres aspectos: 1) el lenguaje como herramienta creativa; 2) el lenguaje como herramienta de comunicación, y 3) el lenguaje inclusivo para mejorar la situación de las minorías.
Con respecto a 1), estoy de acuerdo con que el lenguaje es una herramienta creativa y que, si alguien quiere usarla para inventar palabras, bienvenido sea. Lo han hecho varios escritores famosos al inventar nombres extraños y hasta lenguajes nuevos. Esto no se le puede prohibir a nadie. Sin embargo, el lenguaje tiene una función fundamental que es la de comunicar y, si a todos se nos ocurre inventar palabras y hasta cambiar la gramática (¿por qué no?), entonces sería como una Torre de Babel. Por ello, con respecto al punto 2), un lenguaje claro es fundamental para la educación, la investigación científica y la información oficial. Personalmente, yo lo usaré para mis libros porque quiero que se entienda lo que escribo.
El punto 3) es el más importante para mí, porque, si es cierto que llamando a una muchacha «la estudianta» o la «jovan» se reduce la discriminación real contra la mujer, entonces consideraría los méritos de este lenguaje. Sin embargo, no hay estudio ni proposición científica que lo justifique. Yo vivo en el Reino Unido, he trabajado de voluntaria con mujeres víctimas de violencia doméstica y he estudiado varios temas de género. He trabajado más de 20 años en el sector corporativo aquí y te puedo asegurar que la discriminación contra la mujer es igual. Y el inglés no posee conflicto alguno porque no existe el género en las palabras.
Que la palabra termine en ‘a’ o en ‘o’ es irrelevante, y en lugar de entender los problemas de fondo, estamos perdiendo el tiempo y destrozando un lenguaje. Los políticos se aprovechan y declaran que apoyan a la mujer porque usan «tod@s» cuando no mueven un dedo por entender o avanzar los derechos de la mujer.
Mientras se transforma la educación de niños y niñas (que es la raíz del problema), se debe apoyar a la mujer adulta para que sea el modelo a seguir para mujeres más jóvenes. No puedo explayarme en el tema porque es complejo y deben cubrirse varias áreas (educación, violencia doméstica, sexualización de niñas, homofobia, glass-ceiling, falta de asertividad/confianza en la mujer, etc.)
Escribí una pequeña entrada al respecto sin palabras con ‘a’ (era un ejercicio creativo y se me ocurrió hablar del tema). Se puede encontrar aquí:
http://paulaemmerich.home.blog/2021/10/07/emperrdo-opin-sin-aa/
Hola, Paula:
Te agradezco mucho el pormenorizado comentario que me has dejado.
Respecto a los puntos 1 y 2, justamente es lo que quiero decir en el artículo: «…el lenguaje nunca debe ser un corsé para la Literatura, ni una barrera creativa, a condición de que la comunicación sea legible y fluya con claridad hacia las mentes de quienes leen una obra literaria». Y destaco literaria porque es el tema que acota mi artículo.
En cuanto al punto 3, como habrás notado, no es un asunto que haya intentado abordar, pero no porque no me interese, sino porque no entra en la línea editorial de mi web.
De todos modos, y para que no sientas que paso del tema, te comento que tus argumentos respecto al punto 3 me parecen válidos, en el sentido de que la discriminación es un problema que no se soluciona cambiando el lenguaje. Pero es algo que ocurriendo, y eso sí que es importante, porque al final, sea o no irrelevante, evolucionará hacia lo que en la sociedad se haga habitual.
Un abrazo.
Néstor, tu post y blog son excelentes (por eso lo sigo y leo tus entradas con detenimiento), y entiendo que se focalicen en el plano lingüístico. Solo quería que los lectores consideraran también la justificación, que de alguna forma tú cubres cuando explicas, por ejemplo, que las soluciones binarias no cubren a otras minorías.
Muchas gracias, Paula, tanto por el comentario por lo que aportas.
Un abrazo.
Una profesora de la universidad, que nos inició en esto del lenguaje inclusivo cuando aún no era moda ni batalla, hubiera dicho “el alumnado de infantil”. Me resulta artificial, pero adecuado a los fines que persigue. La pregunta que me surge siempre es si los fines son correctos, o si al menos valen la pena. Gracias por la reflexión que ha compartido.
Hola, Noemí, y gracias por comentar:
Eso que planteas da para un buen debate, pero no sé si es posible responder a tu pregunta, incluso me preguntó si es la correcta, que también lo ignoro. Para mí el lenguaje no supone ningún problema —ni el inclusivo ni el que llevamos hablando desde hace siglos— mientras siga cumpliendo con su función comunicativa. Así que mi pregunta es otra: ¿Es correcto que en una sociedad haya personas «incómodas» por un problema de lenguaje? ¿Vale la pena intentar construir una sociedad donde todos estén a gusto?
Un abrazo.