Hola, soy
Néstor Belda,
y voy a contarte por qué me dedico a esto.
Para entender por qué me dedico a esto, hay que entender cómo llegué a esto. Seré conciso.
Cuando tenía catorce años, llegó a mis manos un ejemplar de Ficciones, de Jorge Luis Borges. No entendí nada, no son relatos para leer a esa edad. Excepto «El milagro secreto». Esa noche, después de leerlo, escribí mi primera frase con intención literaria.
A los dieciséis años, tuve la suerte de que mis libretas aterrizaran en la mesa de un escritor con tablas, don Américo Calí, quien decidió que valía la pena dedicarme algo de su tiempo. Yo le pregunté si sería mi mentor, y él me respondió que sería un acompañamiento creativo.
Tras cuatro años de intensa actividad literaria, cuando estábamos acabando la revisión de una colección de cuentos que quería que su editorial me publicara, don Américo falleció. Mi libro de relatos nunca vio la luz —tampoco recuperé los manuscritos—, pero lo que me transmitió se convirtió en mi obsesión: CÓMO CONTAR UNA HISTORIA BIEN CONTADA.
No quiero parecer melodrámatico, pero tras la pérdida de don Américo —y de todos mis manuscritos— me sentí como extraviado. A los dos o tres años empecé a asistir a una tertulia de escritores —Gargantúa— en la cual, tras escuchar mis opiniones, algunos autores empezaron a confiarme sus obras para que las «analizara». Esa fue la semilla de una vocación que empezaba a arraigar en mí, más allá de la escritura: la edición de obras literarias.
A finales de los ochenta, en una tienda de libros usados, encontré una joya: la segunda edición de Análisis estructural del relato (1972), con artículos de teóricos literarios como Barthes, Todorov o Genette, entre otros. De la mano estos autores, crucé definitivamente la frontera que separa los dos oficios: el de escritor y el de editor.
Poco a poco, los manuales de estilo, de gramática, de teoría narrativa fueron ocupando espacio en mi biblioteca. Sin embargo, los trabajos alimenticios —como los llama Vargas LLosa— no dejaban lugar a que la vocación se convirtiera en oficio.
En 2006 me encargaron la implementación de un curso de Técnicas Narrativas para una escuela de escritores y algunos autores empezaron a encargarme la corrección de sus obras. En 2008 decidí dejar un trabajo bien remunerado para dedicarme a impartir cursos en línea y a la corrección/edición independiente. Y hasta hoy.
En 2014, un amigo me dijo que no podía ser que un profesor de Escritura Creativa no tuviera un libro publicado, y lo hice: publiqué Todas son buenas chicas.
Así llegué a ser corrector profesional y a impartir cursos de Técnicas Narrativas: por mi afán de entender cómo se construye una historia bien contada.