Golpes de efecto en las atribuciones de los diálogos

Cuando Plinio Apuleyo Mendoza, en El olor de la guayaba, le preguntó que por qué le daba tan poca importancia a los diálogos, Gabriel García Márquez dijo: «Porque el diálogo en lengua castellana resulta falso». Alejo Carpentier, en Entrevistas (1985), opinó lo siguiente: «Para mí el diálogo, tal como podemos hallarlo en cualquier novela realista, es casi siempre artificial y ampuloso», y agregó que los diálogos novelísticos le horrorizaban porque no correspondían a ninguna realidad.

Como digo en este artículo, algunos de los consejos de escritores son verdades literarias universales (si es que existen), pero la mayoría son verdades personales, fruto de la experiencia o perspectiva del autor. Así que, con todo lo que admiro a Gabo y a don Alejo, en un acto de respetuoso atrevimiento, voy a decirles a estos próceres literarios que esas serán sus perspectivas. La literatura es, en definitiva, una representación cuya condición es la credibilidad, aunque vaya de orcos y de cuatrocientos siete elefantes voladores. Un diálogo debe parecerse a los que escuchamos en un bar, es verdad, pero nunca será real, y si está bien elaborado, el lector creerá en él del mismo modo que yo he creído en Frankenstein.

Escribir diálogos que no suenen irreales y ampulosos es casi una asignatura científico-literaria que implica reelaborar el lenguaje conversacional y adaptarlo a la lengua escrita, ajustar los modos de hablar a la caracterización de cada personaje, regular el tono y el volumen de las voces, adecuarlos a cada situación. Las conversaciones reales contienen matices que completan el sentido de las palabras, como gestos, sobreentendidos, interrupciones, frases inconclusas o superpuestas, silencios, y mucho mucho «ruido», palabrerío inútil que no escuchamos y que el cerebro descarta, vaguedades, expresiones sin valor informativo, derivaciones inesperadas hacia otros temas, y a otro, y a otro (pero ¿cómo hemos acabado hablando del sabor de los melocotones?). Es decir, una trascripción textual es imposible, pero no por ello vamos a renunciar a uno de los cuatro recursos básicos para construir personajes vivos, además restarle expresividad e intensidad emocional que requieren algunos pasajes de nuestra historia.

Uno de los problemas que obstaculizan la fluidez y la autenticidad de los diálogos es el uso inadecuado de los incisos del narrador. El diálogo es el «momento» de los personajes y los incisos son «apoyos» que la voz narrativa presta para señalar matices, evitar ambigüedades en la interpretación de algún parlamento, servir de guía en conversaciones en las que intervienen más de dos personajes.

En esta entrada veremos el uso de adjetivos y adverbios en las atribuciones de los diálogos y cómo influyen en la autenticidad.

Golpes de efecto (o de defecto) en las atribuciones de los diálogos

Es muy habitual añadir adjetivos y adverbios a las atribuciones del diálogo para «expandir el efecto». Sin embargo, hay dos razones que pueden hacer que ese buscado «golpe de efecto» se convierta en un «golpe de defecto»:

  1. Se supone que antes de sembrar un diálogo hemos abonado el terreno con un discurso narrativo que contextualiza adecuadamente los enunciados de los personajes.

Ejemplo:

—Si alguien me delata, le corto la lengua —dijo Juan amenazadoramente.

Es una frase inventada, pero el parlamento supone una acción previa inconfesable o al menos comprometedora que impulsa la expresividad del enunciado de Juan y convierte el adverbio en una redundancia.

Estaréis pensando: Vale, Ness, pero ¿y si no hay discurso narrativo previo, como por ejemplo, cuando un relato empieza con un diálogo? Bien, por eso la segunda razón.

  1. Si el enunciado del personaje es lo suficientemente expresivo, intentar expandir el efecto con un adjetivo le da la razón a don Alejo: Suena artificial y ampuloso. El uso de un verbo atributivo cuyo significado regule adecuadamente el tono y el volumen del parlamento suele ser suficiente para reforzar la expresividad del enunciado.

Ejemplo:

—¡Déjalo ya! —gritó Ana enfadada.

Gritar es un verbo atributivo referido al volumen y tono del enunciado, y expresa con nitidez el estado de ánimo de Ana.

Esto no es un dogma, ni un «nunca hagas esto», pero cuando vayas a incluir un adjetivo o un adverbio en las atribuciones de un diálogo, valora primero si el discurso narrativo precedente, la expresividad del enunciado del personaje o el verbo atributivo son los apropiados. Lo más probable es que si todo está bien narrado, bien contextualizado, el lector entienda que Ana estaba enfadada y que lo de Juan fue una amenaza en toda regla, sin necesidad de «golpes de efecto».

Pero es verdad que a veces es necesario «hurgar un poco más en la herida» para «expandir el efecto». En una conversación, los gestos forman parte del mensaje, e incluirlos en el inciso en forma de descripción es un recurso muy visual.

Ejemplos:

—Sí, lo recuerdo —dijo Ivana, con una sonrisa melancólica.


—Afirmativo, mi Teniente —respondió el otro rígido, los talones juntos, el pecho erguido, la vista al frente, el rostro de granito.

De amor y de sombra, Isabel Allende


—Nunca me pasó una cosa así —dijo, como hablándose.

«Ómnibus», Bestiario, Julio Cortázar.

Bueno, este es mi último post del año, y espero que os haya resultado útil. Solo me queda agradecer las visitas que me habéis regalado y los comentarios que me habéis dejado en este espacio y en las redes sociales. Espero que el 2016 os sea favorable, primero en lo personal y luego en lo literario.

¡Feliz 2016!

Foto destacada de Matt Artz en Unsplash

3 comentarios en “Golpes de efecto en las atribuciones de los diálogos”

  1. Hasta hoy, 21 enero, no he podido leer tranquilamente tu artículo, aunque lo tenía bien guardado. Por eso, me temo que desearte hoy un feliz 2016 es como un «golpe de defecto» en la atribución de un diálogo. 🙂

    En cuanto al articulo en sí, agradezco que lo hayas enriquecido con ejemplos claros y que utilices un estilo tan alejado de los púlpitos como convincente.

    Gracias.

    1. Muchas gracias, Javi. La verdad es que intento hacerlo sencillo porque, además, estoy convencido de que no hay otra forma de explicarlo.
      Por cierto, aunque lo de feliz 2016 llegue unos días después de lo habitual, no deja de ser un gesto de consideración. Así que, Feliz 2016.
      Un abrazo.

  2. Martha Alicia Lombardelli

    ¡Hola, Néstor, estimado profesor! Este artículo es muy didáctico. Me alegro de haberlo encontrado y leído. Cuando hice el curso on line que implementaste, recuerdo haber visto tachado en mis ejercicios algunos adverbios y adjetivos, pero al leer este artículo se me produjo el insigth.
    Gracias por tus lecciones.
    Un abrazo afectuoso.

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