Para entender el asunto del «sólo o solo», quizá sea bueno empezar con esta frase:
«A veces me siento solo.»
Tranquilo, no vas a leer un artículo sobre mi estado de ánimo por el problema del «sólo o solo», aunque la frase anterior, sin el contexto adecuado, te dé esa impresión. Veamos.
«Cuando voy al aula de Filosofía, a veces me siento solo, y otras junto Paula.»
«Aunque en Madrid hay muchísima gente, a veces me siento solo.»
El contexto muta el significado de «me siento». En la primera frase proviene del verbo sentar; en la segunda del verbo sentir. Pero, pensándolo bien, podríamos ponerle una tilde diacrítica en la vocal tónica para evitar ambigüedades cuando aparecen frases como «A veces me siento solo». ¿Qué te parece mi propuesta? ¿A que no se te ocurriría hacer eso para diferenciar el siento del verbo sentar del siento del verbo sentir? Pues, eso mismo ocurre con el «sólo o solo». La ambigüedad no se resuelve poniendo una tilde diacrítica.
Hace tiempo, en las redes sociales se viralizó la frase «Tuve sexo ‘solo’ una hora» para machacar a la RAE por el asunto del «sólo o solo». Recuerdo que cuando leí uno de esos tuits, respondí que me diera el contexto para precisar el significado, porque en esa frase no solo hay ambigüedad dependiendo de si el «solo» es adverbio o adjetivo, sino que, in absentia de contexto, hay ambigüedad incluso si «solo» fuera usado como adverbio. Vamos a construirle un par de contextos a esa frase:
Caso 1:
«Soy un ser sin sexo del planeta XR211J. En uno de mis viajes intergalácticos, estuve en el planeta Tierra y sus científicos se sorprendieron de mi condición asexual. Me ofrecieron probar en un simulador de realidad virtual. Acepté y me convirtieron en hombre. Tuve sexo ‘solo’ una hora, y aunque no llegué a copular o la masturbación, el solo hecho de tener un pene fue suficiente para sentir la indescriptible sensación causa el deseo, sensación arrebatada a mi raza por medio de la manipulación genética para que nada nos distrajera de la conquista del universo».
Caso 2:
«Estoy en esta prisión desde hace tres años. Ayer, por primera vez, me permitieron estar a solas con Sonia, mi mujer. Tuve sexo ‘solo’ una hora, pero fue suficiente para sentir que, a pesar de todo, ella me sigue amando».
Como ves, sin tilde diacrítica, el significado de «solo» es inequívoco. No obstante, tanto en el caso 1 como en el 2, «solo» actúa como adverbio, reemplaza a «solamente» e, incluso así, el propio contexto muta el sentido de cada fragmento.
Cuando se publicó la Ortografía 2010 de la RAE y vi que habían suprimido la tilde diacrítica a «solo» y a los pronombres demostrativos, me alegré. Lo que nunca hubiese imaginado son los debates y, si cabe, rebeliones que iba a generar. Supongo que mi alegría se debía a que estaba cansado de corregir textos de autores que no distinguían el adverbio del adjetivo al usar «sólo o solo», y yo tenía que andar poniendo orden en esas las tildes que iban y venían profanando la ortografía. Pero también puede ser que mi alegría provenga de las bajadas de notas que me pegaban en las pruebas de dictado de la escuela primaria si no conseguía acertar, y digo acertar porque, con ocho, nueve o diez años, lo confieso, no distinguía un adjetivo de un adverbio. En esas condiciones, que escribiera «sólo o solo» era una cuestión bastante azarosa y confusa, y más aún cuando sabía perfectamente que las palabras graves o llanas terminadas en vocal no se acentúan.
La discordia del «sólo o solo»
Siendo honesto, ninguna de las justificaciones que he leído de los detractores del «solo» me ha convencido de que la RAE haya actuado arbitrariamente. Las razones son endebles, subjetivas, más cercanas a una expresión de deseo o añoranza que a la lógica lingüística. Pertenecen más al plano de la rebeldía sin causa, fuente de conflictos innecesarios.
En estos días compartí en mi página de Facebook un artículo de Jaime Rubio Hancock, y tal como esperaba, los que no están de acuerdo no se hicieron esperar. Está claro que, al final, como dijo Irene Pomar, cada cual atiende las razones que quiere, y con respecto al «sólo o solo», así como yo tengo mis razones, tú tendrás las tuyas. Pero alguien debe poner orden en la casa, ¿no? De lo contrario, igual acabamos hablando y escribiendo distintas lenguas españolas. Las normas lingüísticas están destinadas a que nos entendamos correctamente.
De hecho, si no existieran normas ortográficas, «ponme un kilo de bayas» sería mismo que «ponme un kilo de vallas», y si son para hacer un postre, los resultados serán sustancialmente diferentes. ¿Te comerías un pudin de vallas silvestres con salsa de zetas? Tu destino será dulce o doloroso dependiendo de si en tus últimas voluntades escribes que quieres morir abrazada/o o abrasada/o. Efectivamente, cada cual puede escribir atendiendo a las razones que quiera, pero también deberá atenerse a las consecuencias de lo que los demás entendamos, tanto que morir en los brazos de tus seres amados o en la hoguera dependerá de una norma ortográfica.
Pues bien, mis razones para eliminar el «sólo» de mi escritura son, por un lado, que hay una norma anterior a la Ortografía 2010 que rige el uso de la tilde diacrítica, y que sirve para distinguir palabras que se escriben igual, pero una es átona y la otra es tónica (de/dé, té/te, mi/mí). Lo que ha hecho la RAE es aplicar esa regla a la palabra «solo», que es tónica en cualquiera de sus significados, como el siento de sentar y el siento de sentir, a la cual nadie le pone tilde diacrítica para distinguir su significado. Pero, además, «solo» es una palabra grave o llana acabada en vocal, y como todas las palabras graves acabadas en vocal, también desde antes de la publicación de la Ortografía 2010, no lleva tilde. El significado se construye a partir del contexto, y si diera lugar a ambigüedad, siempre se puede reformular la frase, o usar «solamente» cuando el «solo» es un adverbio. Pura lógica lingüística, esa tilde nunca debió existir. Lo sé desde que iba a la escuela primaria.
Dicho de otro modo, la RAE no ha cambiado ninguna norma, solo ha aplicado las preexistentes a la fecha de publicación de la Ortografía 2010 y, de ese modo ha corregido un error que por arraigo se había convertido en una excepción engorrosa e innecesaria. ¿Dónde está el problema? Si eres un escritor experimentado, de los que saben que el significado de tu historia se construye en el contexto narrativo, este asunto del «sólo o solo» debería tenerte sin cuidado.
BONUS TRACK
En Something’s gotta give, Diane Keaton encarna a Erica Barry, una famosa escritora divorciada que, a disgusto, acepta cuidar a Harry (Jack Nicholson) hasta que este se recupere. Esta Erica Barry reúne todos los requisitos románticos y la imagen perfecta que la gente de andar por casa suele evocar cuando escuchan la palabra escritor: Una persona que vive en una casa espléndida frente al mar, largos paseos por la playa, un despacho luminoso y aseadísimo, totalmente aislado del mundo, y unas finanzas como para tirarse unas semanas en París cada vez que se le acaba el rollo de papel higiénico.
Pues bien, para el Bonus Track de hoy traigo dos artículos que si bien son distintos se complementan. Ambos desmontan el mito, pero además pintan magistralmente lo que significa ser escritor.
El primero es «La escritura como deporte de alto riesgo», de Valentina Truneanu. El otro artículo es « Escribir: el trabajo más difícil del mundo», de Rafael de la Rosa.
El artículo de Valentina hace honor al título, y describe las consecuencias de dedicarse al oficio de la escritura. Ser escritor, pero escritor de verdad, es una decisión que implica un proyecto de vida y, como tal, hay que tener muy claro y asumir lo que ello representa y sus consecuencias.
Por su parte, Rafael de la Rosa despliega en seis puntos las labores a las que se enfrenta un escritor, si de verdad quiere ser escritor. Abarca tanto los aspectos literarios propiamente dichos como otros referidos al «darte a conocer», incluso los aspectos financieros. Sin embargo, Rafael no te deja ahí tieso preguntándote ¿y ahora qué? No, Rafa se ha tomado el trabajo de enlazar cada uno de sus fundamentos a artículos de otros colegas reconocidos por sus conocimientos en determinados campos.
En resumen, dos artículos que, desde mi punto de vista, todo escritor en ciernes debería leer.
¡Hola, Néstor! Me ha alegrado mucho tu entrada, no solo por la recomendación de mi artículo (que te agradezco), sino también por haber leído una postura alineada con la mía.
Como docente, la eliminación de la tilde diacrítica en los demostrativos y en «solo» casi me hizo besar la Ortografía 2010. ¡Cuánto trabajo de corrección nos hemos ahorrado! Mentira: no nos hemos ahorrado tanto porque mucha gente no se ha enterado (o no se quiere dar por enterada) y se siguen colocando esas tildes (sobre todo donde aun antes no correspondían).
En fin, coincido por completo en que la tilde para diferenciar el adverbio del adjetivo era innecesaria y que unos ejemplos fuera de contexto no constituyen argumento suficiente para criticar la medida de la RAE. Sí me parecía mal la postura del Diccionario panhispánico de dudas (2005), que indicaba que esa palabra no debía llevar tilde pero sugería su uso si cabía ambigüedad. Esta cuestión era tan subjetiva (como se puede apreciar en los ejemplos que citas) que al final siempre se terminaba colocando la tilde.
En cuestiones ortográficas, tu blog presenta los argumentos más claros que he visto. Un abrazo.
Muchas gracias, Valentina, y no sabes cuánto me alegro de saber que tú piensas lo mismo que yo.
De cualquier modo, la RAE acabará eliminando la tilde de solo, como eliminó la de fue y la de pie, que en su momento también levantó ampollas. Lo más lamentable es que mucha gente pone la tilde porque cree que antes esa era la norma, pero nunca lo fue.
Un abrazo.