Las emociones en la literatura

Puede parecer extraño que en el blog de un escritor una de sus etiquetas destacadas sea emociones. Sin embargo, una de mis inquietudes que me ha deparado este oficio es cómo funcionan las emociones en la literatura. Mi frase «En un buen libro, importan más las emociones del lector que las explicaciones del autor», resume mi inquietud literaria respecto al tema, y a la vez justifica muchos rasgos de mi estilo.

Por eso hoy traigo una invitada, que no es escritora, pero sabe mucho de emociones e inteligencia emocional.

Silvina Martínez Viscio es Máster en Inteligencia Emocional, profesora de Educación Infantil y Primaria, investigadora de la Inteligencia Emocional aplicada a los entornos educativos, e imparte talleres y conferencias. Os dejo con ella.

Las emociones en la literatura

Resumen

La Inteligencia emocional ha sido abordada desde diferentes ámbitos: científico, educativo, empresarial, e incluso en la robótica. En el arte, las emociones siempre han tenido un lugar de privilegio y su concepción a lo largo de la historia ha ido cambiando. La literatura, como manifestación artística, no es ajena al mundo emocional, y la finalidad del texto literario ficcional es producir efectos emocionales. Atendiendo a la importancia que tienen las emociones y su estudio, reflexionaremos sobre las implicancias que tienen en los lectores, cómo impactan en sus creencias, pensamientos, conocimientos y representación del mundo.

«Algo sucedió, entonces, en la mente de María que le hizo entender por qué las demás mujeres del autobús se movían como en el fondo de un acuario. En realidad, estaban apaciguadas con sedantes, y aquel palacio en sombras, con gruesos muros de cantería y escaleras heladas, era en realidad un hospital de enfermas mentales. Asustada, escapó corriendo del dormitorio, y antes de llegar al portón una guardiana gigantesca con mameluco de mecánico la atrapó de un zarpazo y la inmovilizó en el suelo con la llave maestra. María la miró de a través paralizada por el terror». (Solo vine a hablar por teléfono, Gabriel García Márquez)

                En el fragmento del cuento de Gabriel García Márquez apreciamos la brillantez del autor para tratar las emociones tanto del personaje como las propias. En las obras ficcionales, los autores proponen personajes, situaciones, emociones, todas ficticias, y el único camino de poder entrar en ellas es a través de la lectura. La permanencia del lector en este mundo ficcional dependerá el grado de estímulo que le provoquen, y el principal estímulo son las emociones que se despiertan en él.

                Las emociones han sido abarcadas e investigadas por muchos campos del saber, desde la ciencia y la educación, hasta el uso de las emociones en la tecnología, cuyas últimas investigaciones están arrojando datos interesantes. Dada su importancia, también se ha estudiado el ingente impacto de las emociones en la literatura. Un ejemplo de ello es Patrick C. Hogan “quien defiende la existencia de universales arraigados y extensos en literatura vinculados a los universales existentes en las emociones.” (Bárbara Eizagar Rebollar).

                Mi intención, como investigadora de la transversalidad e importancia de las emociones, es clarificar conceptos, basándome en grandes autores que fueron los encargados de dar comienzo a un campo que cada día cobra más trascendencia,  el de la Inteligencia Emocional.

¿Qué es la Inteligencia Emocional?

                Inteligencia emocional es aprender a reconocer emociones, propias y ajenas, regularlas y aplicarlas en beneficio de nuestro desarrollo personal. De esta manera, se ha concluido que ser emocionalmente inteligentes nos ayudará en las relaciones que establezcamos con nuestro entorno, y, por lo tanto, es fundamental ayudar nuestros niños a desarrollar con eficacia su mundo emocional.

                Investigadores como Peter Salovey, John Mayer y Daniel Goleman establecieron, a través de sus estudios científicos, que aquellas personas que desde su infancia fueron ayudadas a reconocer las emociones, a gestionarlas, a desarrollar su empatía y autoestima, alcanzada la adultez solían tener más éxito en su vida personal, es decir, que alcanzaban estados de felicidad con mayor facilidad.

                Pero ¿qué son las emociones? Si nos ajustamos a su raíz etimológica, el término emoción proviene del latín emotĭo, que significa «movimiento o impulso», «aquello que te mueve hacia». Estas reacciones psicofisiológicas representan el modo de adaptación de las personas ante determinados estímulos. La Psicología refiere que las emociones alteran la atención y activan aspectos relevantes como la memoria. A nivel fisiológico, las emociones organizan rápidamente las respuestas de los distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, la musculatura, la voz, el sistema nervioso y el endocrino, con el fin de establecer un medio interno adecuado para dar una respuesta más efectiva al estímulo recibido. Desde nuestro aspecto conductual, servirán para determinar nuestra posición con respecto a nuestro entorno, acercándonos o alejándonos según la situación. Por otra parte, tienen un componente innato y otro aprendido, por lo tanto poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas.

                Al respecto, Paul Ekman estudió los rasgos faciales de los habitantes de una tribu de Nueva Guinea, y demostró que determinadas expresiones faciales están ligadas a ciertas emociones, y concluyó que pueden considerarse universales e innatas. La experiencia consistió en mostrarles a dichos nativos fotografías de personas occidentales con distintas emociones, las cuales fueron reconocidas. Es por ello que el investigador llegó a la conclusión de que las emociones llamadas básicas son seis: alegría-felicidad, tristeza, miedo, sorpresa, cólera y repugnancia (o asco). De todas formas, los autores han acordado que también existen otras emociones, cuya nomenclatura varía: secundarias, negativas, ambiguas, sociales, para referirse a la esperanza, compasión, etc. El mismo autor hace referencia a este otro grupo de emociones, también inherentes a la condición humana, como el fruto de la interacción cultural, y que son aprendidas en el seno de la familia, haciéndose luego extensivas a los grupos sociales de pertenencia.

                El componente cognitivo y fisiológico de las emociones es el que nos interesa al abordar el proceso narrativo o poético, ya que durante la lectura se produce una reconstrucción mental del mundo ficcional. Nos interesa saber cómo se producen emociones dentro del mundo ficcional y cómo los mundos ficcionales son capaces de activar emociones en los lectores, teniendo en consideración que tales mundos no existen.

                Uno de los aspectos relevantes en el estudio de las emociones es la «motivación» como motor que las genera, y por lo tanto son las conductoras de la acción narrativa ficcional. Lubomír Doležel advirtió que las emociones seguían siendo ignoradas en la interpretación y explicación de los mundos ficcionales. Para que este ingreso sea lo suficientemente duradero (lo bastante como para conocerlos) es necesario que el mundo ficcional estimule cognitivamente al lector y lo motive a permanecer inmerso en su interior. Uno de los principales estímulos cognitivos que propicia la permanencia del lector en un mundo ficcional es que este le suscite emociones.

Reflexionando sobre las emociones en la literatura

                El profesor de la Universidad de Zulia (Maracaibo, Venezuela), Dr. Steven Bermúdez Antúnez las define como “el proceso mediante el cual, en el mundo ficcional narrativo o poético o por el mundo ficcional mismo, se construye y propone un tipo de estados de cosas con la finalidad de perturbar al lector”. A través de las emociones, el lector se conecta con la obra literaria. Se establece una estrecha relación obra-lector, y la durabilidad de ese estado emocional dependerá de la calidad de la narración.

La narrativa de ficción nos permite experimentar emociones y entender mejor la vida real. Nos identificamos con el protagonista, adoptamos sus metas, sus planes, experimentamos emociones, pero la grandeza de la ficción es que a pesar de que esas metas y estrategias no son reales, las emociones que sentimos sí lo son. Son las emociones propias del lector.

Keith Oatley, novelista canadiense y profesor emérito de psicología cognitiva en la Universidad de Toronto, apunta que ciertos géneros literarios reflejan claramente ciertas emociones: el thriller, miedo, suspenso, ansiedad; el melodrama, tristeza; la sátira, desprecio… El mismo autor propuso una taxonomía de la respuesta emocional en la literatura. En ella el autor plantea dos niveles que deben considerarse, dos formas en que un lector puede relacionarse con un mundo ficcional y activar el proceso de respuesta emocional:

  1. Un primer nivel en que el lector se mantiene fuera del mundo ficcional proporcionado por el texto. En este caso se produce un proceso de distanciamiento estético. La relación es la de una persona con un objeto (el texto).
  2. Un segundo nivel en que el lector se introduce dentro del mundo ficcional. Se da un proceso de empatía e identificación. En este caso la imagen más cercana es la que produce Alicia cuando penetra a través del espejo en ese mundo fantástico.

La intención del autor con esta clasificación no es excluir una de la otra, ya que pueden darse simultáneamente, en diferentes planos. Estas actitudes emocionales se activarán de acuerdo al género, estilo, la disposición lectora, etc. Continuando con el pensamiento del catedrático, las emociones en la vida real, si bien son similares a las de la vida ficcional, cambian de acuerdo a su contexto y control. En nuestro quehacer diario no podemos dejar las emociones de lado. Nos invaden, y aunque podremos aprender (o no) a regularlas, no podemos evitarlas. Suceden. Esa es la gran diferencia con la literatura ficcional, la cual podemos decidir abandonar en el momento en que se están produciendo, a través de la lectura, lo cual implica un cierto control inmediato.

Cuando el lector se identifica con las emociones de los personajes, sus vivencias e ideas, hablamos de empatía, entendida como la capacidad de ponerse en el lugar de los demás. Esta implicación hacia la lectura no se produce sin que el escritor se haya implicado primero. Los personajes serán los encargados de tender un puente afectivo narración-lector.

Las emociones están en el centro de la literatura, señalan lo que es personalmente importante, y suelen estar contenidas en tramas que establecen determinadas tensiones emocionales. Las simulaciones en forma de novelas, obras de teatro, películas, y demás expresiones artísticas, nos permiten explorar las emociones y saber más acerca de las consecuencias íntimas de estos elementos en nuestras vidas.

Conclusión

                Sea cual sea el motivo por el cual un lector se acerca al mundo ficcional, resulta interesante destacar que no solo leemos literatura ficcional por un acercamiento intelectual, sino que deseamos involucrarnos en la lectura, desde la página uno. Así se produce esta relación fascinante y curiosa entre autor-lector, que permite, sin conocerse, despertar emociones. Un verdadero impacto emocional que no deja ajeno ni al escritor ni al lector.

Si hablamos de educación —mi campo preferido—, desde edades tempranas debemos acercar a los niños al conocimiento de la literatura, y los adultos, conocedores de estas experiencias emocionales, debemos hacernos cargo de esta labor. Labor enriquecedora, ya que también será la lectura la que sirva de puente afectivo entre padres e hijos.


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2 comentarios en “Las emociones en la literatura”

  1. Buenas. Que gran articulo. Me ha parecido muy interesante la forma de analizar el mecanismo y la trascendencia en la relación narración-lector a través de las emociones. Pienso que sin ellas no habría nada en ninguna forma de comunicación. La madre de todo movimiento interior.
    Saludos.

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