Etiqueta: Emociones y literatura
Mostrar, no explicar: Qué es y tres métodos para conseguirlo
Mostrar, no explicar. No conozco autor que no asuma dogmáticamente este axioma de la teoría literaria que comenzó a cobrar fuerzas a principios del siglo XX, aunque sus primeros vestigios los encontramos en torno a 1850 con Flaubert y sus esfuerzos por desterrar la voz autorial de las obras narrativas.
La esencia de mostrar, no explicar es la «escenificación». Percy Lubbock (1921) lo define así: (más…)
Reflexionando sobre las emociones en la literatura
Puede parecer extraño que en el blog de un escritor una de sus etiquetas destacadas sea emociones. Sin embargo, una de mis inquietudes que me ha deparado este oficio es cómo funcionan las emociones en la literatura. Mi frase «En un buen libro, importan más las emociones del lector que las explicaciones del autor», resume mi inquietud literaria respecto al tema, y a la vez justifica muchos rasgos de mi estilo. (más…)
Los tipos de narrador y las emociones del lector
Uno de los elementos de la estructura narrativa a los que menos atención se suele prestar es al narrador. Sin embargo, en la elección de quién va a contar la historia se pone en juego el éxito de la obra. ¿Por qué? Veamos qué escribió al respecto David Lodge en El arte de la ficción:
Puede afirmarse que elegir el o los puntos de vista desde el cual o los cuales va a contarse la historia es la decisión más importante que el novelista debe tomar, pues influye enormemente sobre la reacción, tanto emocional como moral, de los lectores frente a los personajes ficticios y a sus acciones.
La página en blanco, el extrañamiento y la creatividad
Entre mis creencias, tengo la de que el síndrome de la página en blanco, o la falta de inspiración, en realidad no significa que no hay nada que decir y, por tanto, que no hay nada que escribir. Todos tenemos algo que decir, pero a veces no sabemos cómo canalizarlo para llenar esa página en blanco o, dicho de otro modo, no sabemos ir en busca de la historia adecuada. Sin ser un erudito, tengo también la convicción de que el problema está en la capacidad de extrañamiento, en deshacernos del automatismo de nuestra mirada sobre el entorno cotidiano. (más…)
Mostrar no explicar y las emociones del lector
Narrar, según la RAE, es “contar, referir lo sucedido, o un hecho o una historia ficticios”, definición en cuya esencia reside la palabra acción. Sin embargo, lo habitual es que cuando comenzamos a escribir, en lugar de narrar, nos inclinemos hacia explicar la historia. El problema de mostrar los personajes y la historia mediante la acción, es que implica resignarnos a que el lector no interprete lo mismo que nosotros pretendemos transmitir. Las diferencias entre mostrar y explicar son tan sustanciales, que la lectura de nuestra historia puede convertirse en una vivencia cargada de respuestas emocionales por parte del lector, o en un acto pasivo donde su papel se reduce a leer las emociones que describe el escritor. Pero, de la teoría a la práctica hay un camino con curvas y contracurvas que hay que recorrer a la velocidad adecuada. (más…)
La trama y la vivencia del lector
En mi artículo anterior, Tema, argumento y trama, desarrollé una introducción muy breve sobre la forma de planificar la escritura de una historia y, a continuación, me centré el objetivo del artículo.
Es realmente curioso que todos los comentarios que recibí, en el blog antiguo y en las redes sociales, se centraran en el asunto de la introducción. Ninguno hizo referencia al tema principal. Es posible que el artículo estuviese mal enfocado, pero lo cierto es que, tanto en los talleres que imparto como en la lectura de narraciones de escritores en fase de formación, los principales defectos que advierto es la falta de objetivación del tema, escrituras que se limitan a explicar el argumento y tramas escasamente desarrolladas.
Clarice Lispector y la palabra como carnada
Hoy quiero volver sobre una frase de Clarice Lispector, extraída de Notas sobre el arte de escribir:
«Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.» (más…)