Antoine Albalat[1] cuenta, en El arte de escribir, una brillante comparación escuchada a un campesino: «el trueno es como un pedazo de tela que se rasga». De ella podría deducirse que ese hombre ya es poeta, sin necesidad de escribir. Si bien «la mirada y la lengua en estado de constante revuelta son patrimonio de la poesía», según Diana Bellessi[2], en el Curso de Escritura Poética, nos interesa la palabra escrita.
¿Tiene un origen cierto y significación prototípica la inspiración poética? Muchos autores y eruditos han tratado este tema, pero siempre ha sido objeto de una controversia considerable. El debate podría ser infinito. Pero veamos en “Anticonferencias” (1983) la observación de un excelente prosista, Isidoro Blaisten[3], a cerca del poeta:
«El poeta siempre llega tarde a todas partes. Sin embargo, hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie. Es una hora peligrosa de la tarde. Peligrosa y amenazante. El color de esa hora es el color de los domingos a la tarde, precisamente a las seis de la tarde. Yo creo que a esa hora la humanidad agacha la cabeza. Entonces uno siente que el miedo se le va acercando, lo va cercando, de a poco, en círculos cada vez más chicos, más unánimes. Entonces surge el poeta. Y viene a la memoria todo lo que los poetas han ido escribiendo desde el centro del dolor, desde el delicado equilibrio de la locura. Todo va a estar ahí cuando el sol ya no está, cuando hay un solo ojo que nos mira y pasa la sombra del bisonte rápidamente a nuestro lado por la pared rota de una gruta oscura. Entonces todo ser humano, desde el necio hasta el soberbio, va a recordar al suicida que escribió: “vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, al fusilado que dijo “no quiero que le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre a la muerte que lleva”, y al negado que una vez dijo “con el número dos nace la pena”. Para eso sirve un poeta».
La poesía como hacedora de significados
Es curioso, siempre me quedo releyendo esta cita, sobre todo cuando intento una reflexión de la poesía como hacedora de significados. Toda escritura implica comunicación, y esta se realiza a través de frases y versos compuestos por palabras. Pero la palabra básicamente es un signo que alude a alguna cosa.
Cada palabra posee un significante -que es la palabra misma- y un significado, que es aquello que se quiere designar. Cuando juntas las cinco letras de un momento del día que se sitúa entre el mediodía y la caída del sol —tarde—, has leído el significante, ya que provoca, inmediatamente, que un objeto, un color, un sonido, una vivencia acuda a tu mente (el significado). No importa cuál haya sido la representación en tu cabeza, claro está y sin duda, que será una “tarde”. Y el poeta lo sabe.
Pero muchas veces me he preguntado, cuando hablamos de poesía, ¿si es ese, en sentido literal, un proceso lineal de comunicación (significado-significante) o existen otras aristas, algo así como hilos sensitivos, invisibles, que van conformando una alquimia de percepciones, de intuiciones, de acercamiento al todo y a nosotros mismos?
¿Cómo se conjuga la esencia del «yo poeta», hecha de palabras, con la vorágine de las distintas realidades humanas?
Y es entonces cuando vuelvo a Anticonferencias de Blaisten, que nos revela el portal, el pasadizo tan subjetivo como utópico de su mirada.
«Sé que la poesía conduce a la locura y que un poeta es como un cartero que corre envuelto en llamas, alguien que corre envuelto en fuego con algo en la mano que tiene que entregar.»
María Mónaco, profesora del Curso de Escritura Poética
[1] Antoine Albalat (1856-1935). Escritor, crítico y ensayista francés, probablemente poco conocido en ámbito hispanoamericano. En su Libro El arte de escribir, único título del autor traducido al español, ofrece un tratado práctico y consejos, en lenguaje simple, que ameritan su lectura, sobre todo entre quienes transitan los primeros pasos en poesía.
[2] Diana Bellessi, poeta argentina nacida en Zavalla, Santa Fe, 1946. Ha publicado más de una veintena de libros de poemas y traducido a poetas como Ursula K. Le Guin, Denise Levertov, Adrienne Rich y Olga Broumas. Beca Guggenheim en poesía (1993), y Beca Trayectoria en las Artes de la Fundación Antorchas (1996).
[3] Isidoro Blaisten (1933-2004). Escritor argentino, cuya obra se caracteriza por su sentido del humor y el absurdo, con un extraordinario uso del habla coloquial.