Después de transcurrido un tiempo considerable desde la publicación de Todas son buenas chicas, creo que estoy en condiciones de discernir qué cosas no haría para promocionar un libro. Para ser honesto, los únicos parámetros de comparación que tengo para evaluar la marcha del libro son las experiencias de mis colegas, y que me indican que estoy por el buen camino, ya sea por los ejemplares vendidos como por el reconocimiento que estoy notando.
Del mismo modo que me gusta llegar a la esencia del hecho literario, también es importante bucear en la sustancia de la cual se nutre la promoción de un libro, que no difiere mucho de la de un perfume o de una lata de sardinillas en aceite de oliva. Vamos por partes.
Aunque en el último siglo con los avances tecnológicos, sobre todo en informática, se han abierto nuevos canales de comunicación para llegar a más público ―y de forma más directa―, nada de eso ha cambiado las razones universales que nos mueve a comprar algo. Las personas adquirimos productos por dos razones: Satisfacer necesidades (pan), y satisfacer deseos (coches de alta gama). En la compresión cabal de algo tan básico reside la estrategia de una promoción. Parece muy obvio, pero no lo es. Por ejemplo:
En mi vida, he tenido que comprar algunos taladros, pero lo cierto es que nunca he necesitado taladros. Lo que en realidad necesitaba eran agujeros.
Como nuestras razones de consumo no han cambiado, los conceptos básicos de una promoción (y de la venta) siguen siendo los mismos: Encontrar la necesidad del consumidor, y si no existe, crearla. Tampoco ha cambiado aquello de “más vale bueno conocido que bueno por conocer”. ¿Por qué voy a invertir X euros en el libro de un ilustre desconocido como Néstor Belda, si con el de aquel otro autor, que ya conozco, tengo ciertas garantías de disfrute? La realidad es que solo confiamos en un producto por dos razones: Porque el vendedor se ha ganado nuestra confianza o porque alguien de nuestra confianza nos lo recomienda. Básico, ¿no? Es decir, si tú, que no te conozco de nada, me dices que tu libro es bueno, desconfío.
Mis líneas rojas para promocionar un libro
No voy a dar recetas mágicas. No existen, o si existen, no las tengo. Y como tampoco soy especialista en marketing ni en redes sociales, solo explicaré lo que hoy yo, Néstor Belda, haría (o no) para promocionar un libro, en el supuesto de que apretara el botón reset y empezara de nuevo. Toda mi experiencia es fruto de una combinación de ensayos y errores, una dosis de lecturas especializadas, más otra de sentido común.
1. No pediría reseñas:
Si tu libro es bueno, te llegarán solas. Algunas reseñas están bajo sospecha de amiguismo y, por lo tanto, de escasa objetividad. Eso lo sabemos todos. Solo si son espontáneas serán fiables. Yo nunca he solicitado que me hagan una reseña y, así todo, me han llegado veinte. Incluso, de algunas me he enterado porque los mismos lectores me avisaron que la habían visto.
La verdad de un libro no está en ninguna reseña, sino en el propio libro. Si el lector compra tu obra guiado por las consignas de una reseña “de compromiso” (por llamarlas de algún modo), y se encontrará con que no es lo que esperaba, el reseñador perdería su credibilidad y el escritor perdería un lector. Para siempre.
2. Buscaría lectores:
Los escritores solemos movernos en un delicado equilibrio entre la necesidad de vender y nuestra vocación literaria. Pero no debes perder el norte. Procura que cada venta sea un lector. Acuérdate del ejemplo del taladro. Las ventas son el camino hacia lo que realmente necesita un escritor: LECTORES.
3. No agobiaría:
Como explica Mariana Eguaras, no seas cansino. Cuando empecé en Twitter, utilizaba el 90% de mis tuits diarios (unos quince), en la promoción del libro. Hoy lo tengo reducido a cinco, a veces seis, pero basados en una promoción indirecta por medio de testimonios obtenidos de la interacción con los lectores. La idea es demostrar que el libro es bueno, pero no porque lo diga yo, sino porque lo dicen los lectores. En definitiva, la mejor referencia es la opinión de quienes han pagado por leer tu obra. Por eso es importante el punto 2: Busca lectores, interactúa con ellos.
4. Ofrecería contenidos de valor:
Algunas web especializadas recomiendan un blog exclusivo para el libro. A mí, como internauta, me parece poco interesante. De hecho, prefiero las de autor que, además, tengan un apartado para sus obras, pero que me ofrezcan información valiosa para mis intereses. Si reflexionáis un poco, ¿cuándo nos convertimos seguidores de un blog o web? Cuando su línea editorial nos aporta algo, nos soluciona una duda, nos abre nuevos horizontes de conocimiento y, al mismo tiempo, nos permite entrar en la cocina del autor. Como dice Ricardo Bosque en literalia.net: «…deja que el lector te conozca ―qué lees, qué recomiendas, qué te gusta, cuánto sabes de un tema concreto― y, de un modo natural, llegará a tu novela.». Lo mismo ocurre con las RRSS.
Pero no creáis que he llegado a esta conclusión yo solito. No, no. Esto lo aprendí de Dale Carnagie:
«[…] el único medio de que disponemos para influir sobre el prójimo es hablar acerca de lo que él quiere […]»
Si solo hablamos de lo que a nosotros interesa ―vender libros―, pocas personas se interesarán. Sin embargo, la esencia de esto es la HONESTIDAD y la palabra clave es COMPARTIR. Comparte conocimientos, ideas, siempre vinculados a tu línea editorial, a tu vocación, sin importar si provienen de artículos ajenos o son de elaboración propia. Te lo agradecerán, conocerán al ser humano que hay detrás de tu libro, se meterán en tu cocina (que no en tu vida privada) y confiarán en ti.
5. Innovaría:
Las redes sociales están plagadas de spam de “mejores novelas del año”, de “novelas diferentes”, de “novelas que te atraparán”, de “historias de amor emocionantes”, de “novelas policiales trepidantes”. Grábatelo a fuego en los sesos: Nadie le cree a un vendedor que no conocen.
Volvemos al punto 2: Si en lugar de obsesionarte con las cifras de ventas, te dedicas, con honestidad, a buscar lectores e interactúas con ellos, ellos mismos te darán las pistas de sobre los aspectos de tu obra en los cuales puedes apoyar la promoción. Es más, esos mismos lectores se convertirán en “agentes comerciales ad honorem”. El 23% de mis ventas vienen por recomendación de otros lectores.
En un artículo anterior escribí que autopublicarse es un camino duro pero es un camino digno. Si navegamos un poco por la red, advertiremos que hay infinidad de artículos sobre las ventajas y desventajas de autopublicar. Todos, o casi todos estos artículos, se refieren a la autopublicación digital, y la plantean como una especie de plan b frente a los sucesivos rechazos editoriales, o como respuesta a malas experiencias de publicación mediante editoriales. Pero la verdad es que me gustaría ser todopoderoso y cambiar esa imagen negativa que produce la idea de que autopublicar es un plan b, porque implica un fracaso previo, y no es mi caso.
Yo jamás envié, ni siquiera una frase, a ninguna editorial, y me molesta caer en el mismo saco de los que optan por el plan b. La esencia de mi postura es sencillita: fidelidad a mis convicciones. Los que me seguís sabéis que considero que las editoriales y yo jugamos partidos diferentes en deportes diferentes, pero cada uno con razones muy válidas. Con esto quiero decir que no solo comprendo las políticas de las editoriales, también las justifico. Son inevitables. No hay margen financiero para romanticismos.
La sensación que tengo es que los autores solo abogan por la publicación digital por cuestiones económicas, sea por la gratuidad del servicio o por los márgenes de rentabilidad (asunto que habría que analizar detenidamente). Pero es solo eso, una sensación. Lo cierto es que, según un informe de Strategy Analytics, se prevé que la lectura digital abarque un 23% del mercado editorial, pero ¡en 2020!
Está claro que la publicación digital derriba las fronteras geográficas. Un lector de México puede acceder, a bajo costo, a un libro de un autor de España. Eso se traduce en una masa potencial de lectores muy interesante, pero también crece exponencialmente la cantidad de escritores que optan por este formato.
La pregunta del millón, a la cual cada uno debe responder en su intimidad, es: ¿vamos a desperdiciar ese 90%, con los valores añadidos que tiene el libro de papel en términos de consolidación de marca de autor? Tengo muy claro, porque nadie me ha demostrado lo contrario, que en la actualidad, para entrar en el mercado digital con alguna probabilidad de éxito, hay que llegar con una trayectoria sustentada por una estrategia previa. Caso contrario, sería un escritor más en una jungla de escritores que pugnan por entrar en el Top 100.
I,magen destacada: Toa Heftiba en Unsplash