Cuando Plinio Apuleyo Mendoza, en El olor de la guayaba, le preguntó que por qué le daba tan poca importancia a los diálogos, Gabriel García Márquez dijo: «Porque el diálogo en lengua castellana resulta falso». Alejo Carpentier, en Entrevistas (1985), opinó lo siguiente: «Para mí el diálogo, tal como podemos hallarlo en cualquier novela realista, es casi siempre artificial y ampuloso», y agregó que los diálogos novelísticos le horrorizaban porque no correspondían a ninguna realidad.
Como digo en este artículo, algunos de los consejos de escritores son verdades literarias universales (si es que existen), pero la mayoría son verdades personales, fruto de la experiencia o perspectiva del autor. Así que, con todo lo que admiro a Gabo y a don Alejo, en un acto de respetuoso atrevimiento, voy a decirles a estos próceres literarios que esas serán sus perspectivas. La literatura es, en definitiva, una representación cuya condición es la credibilidad, aunque vaya de orcos y de cuatrocientos siete elefantes voladores. Un diálogo debe parecerse a los que escuchamos en un bar, es verdad, pero nunca será real, y si está bien elaborado, el lector creerá en él del mismo modo que yo he creído en Frankenstein. (más…)