El poder de la pregunta dramática

La pregunta dramática es una herramienta de escritor, pero también es un rasgo casi cotidiano sobre el cual se organizan nuestras vidas. Veamos cómo es esto.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

El 28 de junio, Santi, nuestro hijo de veintidós años, luego de haber sido seleccionado para un programa de formación dual, se fue a vivir a Alemania. Hace unos días, el 9 de agosto, después de dieciséis meses horribilis, Silvina fue operada de una hernia de disco que, prácticamente, le arruinó el último año de su vida.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

Aparte de que Santi y Silvina son parte de mi vida, pareciera que estas dos historias no tienen nada en común. Pero no es así. En las dos ha habido un quebranto, ha ocurrido algo que hizo trizas el estado de bienestar. Para Santi fue una situación que lo agobiaba e intentar superarla lejos del amparo de sus padres. Para Silvina, la lesión lumbar representó un giro que, en pocos meses, arrasó su vida diaria, sus proyectos y su estabilidad emocional. Ambos fueron en busca de soluciones que les devolviera el estado de equilibrio, de bienestar.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

La literatura, sin importar el género, es una metáfora de la realidad. Holden Caulfield (El guardián entre el centeno) va a Nueva York en busca de una persona que lo entienda y un sitio que le inspire cierta pertenencia. Winston Smith y Julia (1984) quieren escapar de un sistema totalitario que controla las vidas privadas y el libre pensamiento.[su_spacer size=»60″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

LA PREGUNTA DRAMÁTICA, EXPERIMENTAR LA INCERTIDUMBRE

No quiero ponerme filosófico porque seguro que te aburrirías. Aún así, te invito a que mires tu vida como una línea temporal fragmentada. Conoces tu pasado, tu presente, pero tu futuro, aunque tengas planes perfectamente diseñados, es impredecible. Saber qué ocurrirá es el objeto deseado. La incertidumbre nos convierte en prisioneros del desasosiego, y también es lo que mantiene a los lectores con los ojos pegados al libro.

Tanto las vidas de Santi y Silvina [tan reales como la tuya] como las de Holden y Winston [personajes de ficción] se organizan en

torno a una incertidumbre: ¿Conseguirá «X» superar su problema/alcanzar su objetivo?[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

Muchos escritores ignoran (o no comprenden cabalmente) la importancia de la pregunta dramática en su función de cauce que impide que se nos desborde la trama. Es muy habitual encontrar novelas con pasajes «de relleno» que no aportan absolutamente nada a la historia o, dicho de otro modo, no contribuyen ni a alimentar la incertidumbre ni a vislumbrar una respuesta.

La pregunta dramática│Néstor Belda

[su_spacer size=»60″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]LA PREGUNTA DRAMÁTICA: CÓMO Y CUÁNDO

La pregunta dramática emerge en silencio de las páginas de la obra literaria. Surge ella solita con la misma naturalidad con la que tú te planteas «¿Cómo solucionaré esto?» o «¿Podré hacerlo?» cuando te enfrentas a un problema.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

Toda la narrativa se mueve entre contrastes: Una situación inicial [bienestar, equilibrio] que se quiebra por algún acontecimiento [conflicto] —interno o externo— y luego la lucha para restaurar el equilibrio inicial o crear uno nuevo [objetivo]. Este juego de contrastes no es, ni más ni menos, que la estructura narrativa de toda la vida. Sí, acertaste, planteamiento, nudo o desarrollo y desenlace, la misma que Aristóteles enunció en su Poética hace más de dos mil años y que ha regido las obras narrativas hasta la actualidad.  En ella hay tres elementos que se relacionan e impulsan la aparición de la pregunta dramática: El personaje, su objetivo y el conflicto que se interpone en su camino: ¿Podrá el personaje superar el conflicto y alcanzar su objetivo?

En Internet abundan las colecciones de mejores comienzos de novelas. Algunos te pueden gustar más que otros, incluso no gustarte, pero todos son la adaptación literaria del «Aquí te pillo, aquí te mato», o sea, «Aquí te pillo y aquí te quedas leyendo». Hay un comienzo que me fascina:[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

[su_quote cite=»«Doble trampa mortal», Roberto Arlt»]«He aquí el asunto, teniente Ferrain: usted tendrá que matar a una mujer bonita.»[/su_quote]

Pero hay otros menos «noir»:[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

[su_quote cite=»«Matrimonio a la moda», Katherine Mansfield»]«Camino de la estación, William se dio cuenta de que había olvidado comprar algo para los críos.»[/su_quote]

¿Cómo no seguir leyendo con esas primeras frases? Siempre digo que no hay que confiar en que el lector sea tan voluntarioso —y generoso— como para aguantar párrafos y párrafos, páginas y páginas sin que ocurra algo que saque a flote la pregunta dramática. Así que el momento adecuado para plantearla es ¡cuánto antes! Tampoco es necesario que sean disparos a bocajarro como los ejemplos de Mansfield y Arlt. Siempre se puede recurrir a la sutileza de la información sesgada, a la veladura de las relaciones causales de los hechos. Son buenas maneras de adentrar al lector en la experiencia de la incertidumbre.

LA RESPUESTA: COHERENCIA VS. CONTUNDENCIA

Tan importante es la pregunta dramática como la respuesta y, por extraño que parezca, es mucho más importante la coherencia que la contundencia. El personaje puede alcanzar el objetivo, puede fracasar o, incluso, puede quedar en una situación tan ambigua como un «quizás». ¿Un ejemplo, aunque sea cutre? Supongamos que Juan siente que su trabajo le está arrebatando su calidad de vida. Casi no ve a sus hijos y, poco a poco, está deteriorando su matrimonio. Así que decide buscar otro trabajo y pone todas sus energías en ello, hasta que al final acepta su realidad y decide incorporarse a un programa de formación laboral o hacer una carrera universitaria. La respuesta es «quizás», y no es tan resolutiva como un «sí» o un «no», pero es persuasiva, responde al principio de causalidad que rige la narrativa: Juan no ha resuelto su problema, pero ha tomado una decisión que, posiblemente, en el futuro lo resuelva.

También podría haber ocurrido que Juan recibe una carta del bufete Luck & Magic Associates, en la cual le informan que ha heredado una fortuna de la tía Olvido, que vivía en Bâtie, Provincia de Noumbiel, Burkina Faso. Plis plas. Asunto resuelto, y yo, lector, con cara de póker. ¿Me he tragado trescientas páginas para esto?[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

La respuesta a la pregunta dramática, entonces, debe ajustarse a dos criterios:[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

El principio de causalidad. Nada de deidades griegas entrando en escena para resolver el conflicto —deus ex machina—, ni herencias sorpresas ni despertares de pesadillas. Todo debe ocurrir por algo.

La adecuación a la pregunta. Si el conflicto de Juan es la búsqueda de un trabajo que le permita estar más tiempo con sus hijos y recuperar su matrimonio, la respuesta no puede ser «y ahora tiene 16.328 seguidores en Twitter». Cuando esto ocurre, el lector acaba preguntándose de qué iba la historia.

La pregunta dramática es un elemento implícito  tanto en la literatura como en la cotidianidad de nuestras vidas, pero también es una herramienta técnica que nos sirve para mantener encauzada la esencia de la historia que queremos contar y para que el lector se sumerja en ella y no quiera abandonar la lectura.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

Una obra puede tener más de una pregunta dramática, tantas como subtramas. De hecho, no deberías abrir ninguna sin su correspondiente pregunta dramática, no tiene sentido.[su_spacer size=»30″][su_spacer size=»150″][/su_spacer]

Existen muchos más matices, como es el caso de la pregunta dramática en la construcción de la doble historia (puedes leer mi artículo en el blog de Víctor Seyes), pero eso sería material para otra entrada.

Foto destacada de Matt Walsh en Unsplash

2 comentarios en “El poder de la pregunta dramática”

  1. Excelente temática la de esta entrada Nestor. Para mí la pregunta con que se abre la saga de los libros que componen «La Torre Oscura» de Stephen King es uno de los mejores ejemplos: «El hombre de negro cruzaba el desierto, y el pistolero iba tras él».
    Un hombre de negro (alguien misterioso), cruzaba un desierto (tiene que haber una razón muy importante para atravesar un desierto) un pistolero (alguien que necesariamente usa armas), iba tras él (una persecución). ¿Como no engancharte?
    Un saludo fraterno

    1. Hola, Jorge.
      No he leído esa saga (en realidad de S. King he leído dos o tres novelas), pero, indudablemente, es un genio en el uso de las claves dramáticas.
      Gracias por el ejemplo y por tu comentario.
      Un abrazo.

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