La mala fama de la autopublicación

En este artículo sobre networking, Gabriella Campbell dice que «todos hemos ensayado nuestro discurso de aceptación del Nobel delante del espejo, todos». Bromas aparte [me niego a confesar mi casi casi], esa frase de Gabriella renovó una pregunta que me he hecho muchas veces:

¿Alguna vez un autopublicado accederá a un premio Nobel?

Pablo Neruda no cuenta. Me refiero a escritores que solo autopublican.

Cuando empecé con esto de las redes sociales y el blog (hace más o menos de dos años), un profesional influyente en las redes sociales, luego de ver mi primer encabezado en Twitter, en el cual aparecía la portada de mi libro con el sello de la Editorial Círculo Rojo, me dijo, en el chat de Facebook, que «Los profesionales si ven libros autopublicados no se los toman en serio».

Cambié el encabezado. Por aquel entonces, yo era muy nuevecito en esto del mundillo editorial e Internet como herramienta de promoción. La ignorancia tiene esas cosas.

Desde aquel día, algo he aprendido. Lo que no he podido saber con certeza —solo lo intuyo— es a qué profesionales se refería mi interlocutor. Lo único que tengo claro es que ser autopublicado, para algunos «¡oh, profesionales, oh!», es símbolo de rechazos editoriales, y si hay rechazo editorial, estos «¡oh, profesionales, oh!» tienen muy claro que es porque no hay calidad. Pero, como dije en la entrevista que me realizó Nuno Cobre para «Las palmeras mienten», «salvo que me lo recomiende alguien de mi entorno, no leo nada que venga del compadreo de editoriales, críticos y medios para cuyos objetivos la calidad de la obra es irrelevante». Como las lentejas: Al que les gusta las come, y al que no, las deja.

Seré un novato perdido en un laberinto de SEO, redes y marketing, pero llevo cuarenta años en esto de escribir y tengo muy claro que el éxito editorial —las ventas— y el éxito como escritor —literario—, son éxitos diferentes, con objetivos y motivaciones diferentes. Tan diferentes que a uno lo podemos advertir enseguida en los rankings de plataformas como Amazon y el otro es un reconocimiento que llega con el transcurso del tiempo. ¿Son incompatibles? Por supuesto que no. Por el contrario, hacer confluir ambos éxitos es el estado ideal. ¿A quién no le gustaría que una gran editorial lo incluya en su plantilla o ser capaz de montar una campaña de marketing infalible?

La realidad es que el éxito de un libro depende de muchos factores, entre los cuales la calidad literaria no es la más influyente. En mi biblioteca tengo libros autopublicados y de editoriales tradicionales que he comprado porque el autor tenía muchos seguidores en las redes, un buen blog o buenas críticas en los grandes medios. Algunos son verdaderas joyas, pero, otros, una lamentable mayoría, con mucha generosidad lectora redondean una buena mediocridad.

LA MALA FAMA DE LA AUTOPUBLICACIÓN

Preconceptos. Etiquetas. La mala fama de la autopublicación ronda esa idea de que es un plan B a los rechazos editoriales, como si los mismos que publicaron a Belén Esteban fueran el paradigma de la calidad literaria.

Pero ¿con qué hemos contribuido los escritores a la mala fama de la autopublicación? La gratuidad de las plataformas ha alentado la superpoblación de ediciones descuidadas, con una redacción más propia de un alumno aventajado de primero o segundo de educación secundaria, y cuyas revisiones fueron confiadas al autocorrector de Word (que no distingue «saco» de «sacó») o, si acaso, a algún amigo o familiar con «buena ortografía». No voy a extenderme en la imagen nefasta que deja un autor que no ha sometido su obra a la mirada objetiva del corrector literario, pero sí voy a afirmar que, multiplicada por miles, es uno de los factores de la mala fama de la autopublicación.
Al respecto, hay un artículo en el blog de Luis Tamsley: «Correctores de textos, traductores e informes de lectura». Es del 14 de mayo de 2014, y es el último que escribió en su bitácora. En él habla de su periplo con los presupuestos de corrección y traducción, que resume con una frase concluyente: «Por lo tanto, decidí prescindir de los servicios de un corrector, ya que consideré que no compensaba el esfuerzo económico». Luego, en respuesta a un comentario, dice: «Actualmente escribo otro tipo de novelas orientadas a un público más… indulgente». Así, con puntos suspensivos y todo. Me parece una falta de respeto hacia los lectores. Aunque, pensándolo bien, igual estoy equivocado y podríamos empezar  a catalogar los libros según las competencias ortográficas, gramaticales y literarias del lector. Se lo voy a sugerir a Amazon, Bubok, y demás plataformas, que seguro que estarían encantados con la propuesta. Ya lo veo: «Clasificación: Novela recomendada para lectores con mala ortografía».
Lo que yo creo, de verdad, es que Luis Tamsley le trae sin cuidado la literatura. Dame pasta y sobre literatura… ¿qué era eso? Por ahí viene a la segunda razón de la mala fama de la autopublicación.

TRABAJA UNA VEZ Y GANA DINERO DURANTE AÑOS

Siguendo la pista de Luis Tamsley en Internet, llegué a «Publicar para Kindle: un negocio en auge», un artículo de Ángel Alegre en Vivir al máximo, en el cual me encontré con unas frases muy interesantes:

[su_quote]Lo que me atrae de este modelo de negocio es que sigue la misma filosofía que las páginas nicho: trabaja una vez y gana dinero durante años.[/su_quote]

[su_quote][…] el género que más dinero da, con diferencia, es la FICCIÓN, y que para escribir una novela de ficción no necesitas ser Julio Verne.[/su_quote]

[su_quote][…] las novelas románticas/eróticas pueden ser MUY lucrativas.[/su_quote]

Y la mejor de todas:

[su_quote]Cómo subcontratar a escritores por Internet para que escriban tus libros por ti.[/su_quote]

La mala fama de la autopublicación

Está bien que, al menos, no haya utilizado la palabra literatura. Ni en el artículo ni en los comentarios, entre los cuales hay uno de Tamsley, muy preocupado porque no conseguía descargar el curso.

Por supuesto, esto no tiene, en absoluto, nada de malo. Al contrario, genera muchas fuentes de trabajo. Unos fabrican perfumes; otros, atún en conserva; y otros fabrican libros. Pero es muy distinto fabricar libros para vender que escribir un libro y venderlo. Diferencia sutil, pero que el lector de literatura advierte. Lo único que me fastidia es que esto también ha contribuido a la mala fama de la autopublicación, y que —lo confieso— alguna vez han conseguido engañarme.

EL ESTÓMAGO DEL ESCRITOR ES UN HEREJE

El estómago de los escritores es un hereje literario: nos pide comida como el de cualquier mortal. Lo llenas, y las pocas horas pide más. Es insaciable. No nos comprende. Además, las compañías eléctricas no nos conceden becas: nos envían sus recibos puntualmente. Ignoran nuestra vocación. Así que, a la hora de publicar, si decides vivir de la literatura, la autopublicación representa una fuente de ingresos interesante.

Hablando en dinero, la diferencia que te aporta la autopublicación, frente a las regalías de las editoriales, es sustancial, pero autopublicar significa que tienes que asumir todas las labores y gastos que una editorial seria asume. Las ganancias de un libro autopublicado de 110 páginas (siempre hablando de papel), con una tirada de 300 ejemplares, equivaldrían, aproximadamente, a 2000-2200 ejemplares de una editorial tradicional. Ahora, encuentra una editorial que le haga una tirada de esa magnitud a un desconocido, y que, además, la venda.

Si investigas un poco en Internet, te encontrarás con webs como las de Gabriella LiterariaAna Gonzalez Duque, Ana Nieto (Triunfa con tu libro), o Miguel Ángel Alonso Pulido, en las cuales te explican cómo promocionarte con buenas expectativas de éxito, y otras como las de Valentina Truneanu y Mariana Eguaras, verdaderas expertas en el proceso editorial. Te aseguro que si sigues sus consejos, si trabajas tu marca de escritor, tus expectativas se materializarán. Y no solo eso: podrás recuperar lo que invertiste para que tu obra sea impecable.

¿QUIERES QUE TE PUBLIQUEN O QUIERES QUE TE LEAN?

He conocido muchos escritores que, cuando hablamos de su libro, rápidamente te aclaran que a ellos «los publicaron», como si ser autopublicado fuese una vergüenza. Incluso, algunos quieren hacérnoslo creer cuando, en realidad, es una autopublicación encubierta.

En junio de 2014 autopubliqué Todas son buenas chicas. Ahora bien, si una editorial me hubiese publicado la cifra habitual, 500 ejemplares, ¿tendría 500 lectores? La respuesta es NO. Les cuento una anécdota.

Me han contactado varias editoriales tradicionales, pequeñas, y a todas, de momento, les he dicho que no. Una de las últimas me planteaba una tirada cercana a los 500 ejemplares, financiada 100% por ellos. El diálogo fue, palabras más, palabras menos, el siguiente:

[su_quote]—¿Y con qué estrategia de ventas cuentan?

—Tenemos distribución en toda España.

—No pregunto por la distribución. Dejar libros en una librería es fácil, tan fácil como que el libro de un desconocido acabe en la peor estantería. Además con 500 libros, ¿cuántos vais a dejar por librería, ¿uno o dos? Dime cuál es vuestra estrategia de promoción y venta. La distribución es solo el camión que reparte libros.

—Bueno, tenemos las redes sociales.

—¿Redes sociales? Si sois invisibles. En Twitter tenéis 129 seguidores y yo casi 5400. En vuestra página de FB tenéis 300 me gusta y yo 3300. Por favor, dime cuál es vuestra estrategia de venta.

—Organizamos presentaciones, mandamos notas de prensa.

—Vale, ¿y quién paga los gastos del autor para ir a las presentaciones?

—Eso lo podemos hablar.

—Vale. Ahora dime, ¿puedes garantizarme que venderán los 500 libros? Yo os cedo los derechos si me lo garantizáis y, además, les cedo las regalías. Lo que me interesa es me lean porque para lo que pagáis al autor…

—Bueno, garantizar garantizar… no te olvides que estamos apostando por ti.

—Yo creo que estáis equivocados. Yo solito, sin distribución ni notas de presas y esas cosas, he vendido casi 400, ¿y vosotros no me podéis garantizar 500?[/su_quote]

Fin de la conversación. ¿Por qué? Porque no me garantizaban lectores, que es el objetivo de todo escritor, o al menos el mío. Si no voy a tenerlos, ¿para qué quiero publicar?

No me importaría publicar con una editorial pequeña y ahorrarme el tiempo que hay que invertir en las acciones de promoción. Vivo del entorno de la literatura, no de publicar, así que tampoco me preocupa el tema de las regalías. Mi situación ha cambiado mucho desde el 2014, pero si vuelvo a publicar, quiero que me lean, y ninguna editorial que pueda interesarse en este ilustre desconocido me garantiza lectores.

LO QUE HAY QUE SABER

Hay un  artículo de Mariana Eguaras, «Falsa distribución de libros en editoriales de autoedición o de coedición», en el cual queda claro que muchos autores que recurren a la autopublicación no saben dónde se meten.

Cuidado con los cantos de sirena, que Ulises es un personaje de novela y nuestro estómago, el hereje, es de carne y hueso. Si decides autopublicar, debes tener claro clarísimo que lo único cierto es que te van a imprimir la cantidad de libros que contrates. El resto que te prometan es lo que se mezcla con tu ilusión de verte publicado. Asume, sin dramatismos, que a ellos no les interesa si tu libro tiene calidad literaria, ni les preocupa si consigues venderlos. Su negocio es imprimir, que es lo que tú necesitas. Así de fácil: pagas y te mandan los libros.

Del mismo modo, tienes que asumir que a ti te toca el trabajo de edición y promoción, y, sobre todo, debes comprender que detrás de todo proceso editorial hay una inversión que la autopublicación también exige.

La alternativa de la autopublicación digital, aunque es fantástica, no es un paseo por la pradera, con los pajarillos trinando a tu paso y mariposas sobrevolando tu cabeza. Te ahorras la impresión, pero el trabajo y el dinero que deberás invertir en la edición y la promoción, si respetas amas a tu obra y a ti, es inevitable, a no ser que quieras ser un autopublicado más y echarle más leñita al fuego de la mala fama de la autopublicación.

Voy a acabar este artículo reproduciendo las palabras finales de la entrevista que me realizó Nuno Cobre para «Las palmeras mienten»:

[su_quote]En los últimos años, los falsos expertos en lo que sea  crecen como la mala hierba, abonada por un gran dominio del marketing online y las redes sociales,  y una sociedad que sobrevalora el éxito y la fama rápidos. Pero cuando uno lee sus obras o sus blogs, enseguida se advierte que no hay nada que rascar, que sus cualidades pertenecen al conjunto vacío.  Sintetizando, se puede ser superventas y buen escritor, o solo superventas. Si lo que quieres es esto último, muy habitual en la actualidad, entonces no me hables de literatura. Ser escritor es un camino sin atajos que se construye con pasión, aprendizaje, experiencia y honestidad, y en el cual jamás nadie ha visto un cartel que diga: «Aquí acaba tu aprendizaje». El resto es humo de alta densidad.[/su_quote]


Imagen destacada: Siora Photography en Unsplash

22 comentarios en “La mala fama de la autopublicación”

  1. Gracias por las menciones, Néstor.

    Podría escribir un largo comentario (de hecho, lo hice pero petó el navegador y perdí lo escrito) porque los temas que desarrollas dan para mucho debate.

    El tema de la calidad editorial es algo con lo que yo vengo dando la lata hace tiempo. A veces creo que a los lectores no les interesa tener un libro mal corregido (o sin corrección), mal maquetado, etc., pero cuando me enfrento a un libro defectuoso no puedo seguir con él y lo dejo. Siempre me queda el consuelo de que habrá más gente como yo y valorará la calidad (literaria, de edición, de diseño, etc.).

    Felicidades por este artículo. Un abrazo, Mariana.

    1. Hola, Mariana
      Estamos en el mismo equipo, para mi también es insufrible leer obras descuidadas. Los lectores no sé que opinarán, más preocupa la desidia de algunos autores que ven en la autopublicación una línea recta al todo vale. Pobre literatura, que machada la tenemos.
      Un abrazo, y gracias por tu comentario.

      1. Muy interesante el artículo, Néstor, como de costumbre.

        En respuesta a tu observación y a la de Mariana, puedo contestar como lector: recientemente leí una obra que contenía apenas 4 o 5 errores ortotipográficos obvios (posiblemente también otros muchos no tan notables), pero que desgraciadamente causan un gran «dolor de ojo» y casi arruinan la experiencia. Parece increíble, solamente 4 o 5 pequeños errores en una novela de doscientas páginas, pero así es… Por lo menos para mí.

        Me consta que la obra estuvo corregida varias veces antes de su impresión. Pero supongo que los errores, al ser humanos, pueden ser, a pesar de todo, algo inevitable…

        En cualquier caso, para mi propia obra ya he decidido seguir el «sendero recto» y contratar la corrección. Lo que todavía no sé es qué camino terminaré por tomar, si el de la autopublicación (pura y dura), o el de los cantos de sirena… Pero cuando lleguemos a ese río, decidiremos por qué puente.

        Felicidades, y un saludo.

        Jorge

        1. Como dice un conocido, que es corrector, «el error se reduce pero no se elimina». Es difícil que no se cuele alguna errata o error en un libro cuando se corrige una vez y, a lo sumo, se revisa una vez más. Antes —digamos el siglo pasado— una obra era leída, corregida y revisada unas ocho veces antes de entrar a imprenta, y por distintos profesionales (el editor varias veces, más la lectura del corrector, más la del corrector de pruebas). Es imposible pedir que un libro esté impoluto con solo una o dos correcciones.

          Me doy cuenta de esta dificultad porque hay entradas de mi blog que las leo, corrijo y reviso seis-siete veces y siempre aparece algún «piojo» (como los llama Néstor) en los textos. Ahora que estoy escribiendo contenidos para un libro (que encima tratan sobre editar y publicar con calidad; y, entre ellos, la necesidad de reducir los errores) estoy entrando en pánico, porque sé que este libro tendrá errores y erratas cuando en él pretendo pregonar lo contrario…

          Saludos

          1. Mariana, no entres en pánico, que se te podrán colar unos piojos, pero será una obra de calidad.
            Mira, cada vez que entrego una obra, me carcome el gusanillo preguntón: «¿Habrán quedado piojos». Al final, te acostumbras y aceptas que es complicado luchar contra algo que es parte de la imperfección humana. Yo hago cuatro lecturas y, últimamente estoy probando un invento que he denominado «lectura paralela por comparación» que pienso que reduce, pero no creo que elimine, como dice tu amigo.
            Un abrazo.

        2. Hola, Jorge.

          Es muy difícil no encontrar alguna errata en un libro. Digamos que existe un margen aceptable de fallos y que no afecta a la calidad de la edición de la obra. Yo los llamo «piojos editoriales», porque son pequeños, casi invisibles. Por eso es un trabajo lento y minucioso. Pero también es cierto que hay fallos que no son aceptables. y supongo que te refieres a ellos cuando comentas que que te causan una gran dolor de ojos.
          El problema es que hay autopublicados con 3-4 fallos por página.
          Un abrazo, y gracias por dejar tu comentario.

  2. Gracias por tu artículo, Néstor; se nota que está escrito desde una honestidad que no es frecuente en internet. Confieso que soy lector de autores no autopublicados, más bien tirando a clásicos, y siempre recomendados por alguien en quien confíe, a pesar de que yo mismo en el futuro puede que me una al grupo de autores autopublicados, que no suelo leer (¿fue Groucho Marx el que dijo que no pertenecería a un club al que le admitieran a él como socio?, pues eso). Y todo por la mala fama que tan bien describes en tu artículo y por el limitado tiempo de lectura con que cuento.
    Un abrazo.

    1. Hola, Javi.
      A mí me ocurre que he leído autores actuales NO autopublicados y me he llevado varias desilusiones. Con los autopublicados, los riesgos son mayores, porque entre los buscadores de oro y fama y los escritores que no entienden que el proceso de edición debe ser impecable, es muy difícil encontrar obras de calidad. Pero las hay. Solo tenemos que bucear las redes y los blogs, y las encontrarás. Siendo honesto, he accedido a muy buenos escritores autopublicados. Pero esto es como con los políticos, pareciera que todos son malos.
      Gracias por pasarte por aquí. Un abrazo.

  3. Yo apuntaría algo más, si me lo permites: mucha gente se encarga de darle mala fama a la autopublicación porque sienten que le van a robar el dinero y el sitio a la publicación tradicional. De lo que no se dan cuenta es de que ahora los lectores demandamos otra forma de hacer las cosas, ya no por simple gusto, sino por necesidad. En los tiempo que corren no puedes pretender que alguien a quien de verdad le guste leer compre best-seller mal escritos por un precio superior a los 20€. Creo que en el mundo editorial hay sitio para todos y que las editoriales deberían reinventarse para cubrir todos los mercados nuevos y no renegar de uno nuevo y en auge. Y no, no creo que un autopublicado consiga nunca un premio Nobel, precisamente por esto que te digo.

    Me ha gustado mucho este artículo y me has sacado una media sonrisa en más de una ocasión, todo esto que cuentas lo veo a diario.

    Biquiños!

    1. Hola, Cris, Qué alegría verte por aquí.
      Estoy de acuerdo contigo, faltaba más. Siempre han existido las resistencias a los cambios, sobre todo cuando esos cambio afectan las cuentas de resultados. Y esto no ocurre solo en el sector editorial. Como muy bien dices, algunos lectores sienten que le van a robar el dinero, y pienso: ¿Eso no será porque muchos lectores han comprado libros de autores que solo ven el negocio? Personalmente, me he llevado muchas decepciones de ese tipo, aunque no solo con autopublicados, todo hay que decirlo. Ahora, antes de comprar un libro, lo investigo a fondo. No quiero llenar mi biblioteca con basura. Además, cada vez que gasto dinero y tiempo en un libro cuyo autor no ha invertido nada, ni dinero ni esfuerzo para presentarnos una obra decente, le estoy quitando la posibilidad a otro que intenta ganarse la vida escribiendo LITERATURA. No sé si me entiendes.
      Todo esto me tiene bastante preocupado, y hasta a veces enfadado.
      Un abrazo, y muchas gracias por visitarme.

  4. Hola Nestor

    Muy interesante lo que dices. Yo lo he visto con mis propios ojos muchas veces, cuando recibo clientes que autopublican costeando la impresión de tiradas de libros y luego tienen que ir ellos mismos a venderlos todos y cada uno, cosa que también les he visto hacerlo.

    Por eso siempre he opinado que la mejor opción para la autopublicación es la impresión bajo demanda con servicios como los que ofrece Amazon con Createspace, o la ya relegada Lulu.

    Saludos

    1. Hola, José:

      La impresión bajo de demanda es una opción excelente. Al margen de ello, es muy importante saber que la decisión de autopublicar implica asumir todas las labores del proceso editorial y, además, el de promoción. Es un asunto con muchas complejidades.

      Un abrazo.

  5. Hola,
    Si te soy sincera, como lectora me molesta más un bodrio sacado de editorial que una chapuza de autopublicación.
    Cuando digo bodrio, digo previsible, manido y refrito. Si, encima, pillo alguna errata me parece el colmo.
    Ante un libro huérfano, sin amparo editorial, achino los ojos para no tener que andar cazando gazapos.
    Claro, me encantaría una lectura de cabo a rabo y sin tropiezos (también, en mis dos novelas), pero de sobra sé que ese control de calidad se traduce en céntimos: gasto no siempre asumible.
    Las plataformas de autopublicación deberían contratar esos servicios, aun a costa de encarecer el presupuesto, para imprimir textos, al menos, correctos, aunque cuestionables literariamente hablando. A la larga, alcanzarían un prestigio del que todos nos beneficiaríamos, escritores y lectores.
    De lo contrario, es negocio para hoy y cierre para mañana; un publicar por encima que genera desconfianza en el público, embutiéndonos a todos en el mismo saco. Un saco roto lleno de palabras, tantas veces mal hilvanadas, que ni siquiera permanecerán y, lo peor, tampoco alcanzarán el vuelo.
    Entretanto, no está mal tu sugerencia de «catalogar los libros según las competencias del lector». (Mira por dónde se crearían un montón de empleos para lectores profesionales…)
    Con el tiempo y buena letra, los escribidores vamos aprendiendo a escribir un poco mejor. Los lectores, tal vez, aprendiendo que no todo lo escrito es cierto ni dogma ni siquiera correcto, que no es poco.
    Un placer, leerte. Gracias.

    1. Hola, Laura.

      La verdad es que es muy difícl encontrar un libro con algún/algunos piojos (errores), sea o no autopublicado. Al fin de cuenta, el proceso editorial no lo llevan a cabo máquinarias infalibles. Yo he encontrado errores en novelas reconocidas, como 1984. Digamos que hay un estándar asumible.
      Yo creo que el problema es interpretar la autopublicación como un «todo gratis, cero inversión». Claro, como muchos dicen, hay autores que no pueden asumir ni un céntimo de los gastos que implican publicar. Pero ¿cuánto cuesta la imagen de ese autor o de su libro? El asunto es complejo.
      Cuando yo leo un libro-bodrio no achino los ojos, simplemente dejo de leerlo y nunca más invierto mi dinero en ese autor. Puede parecerte que mi actitud es poco comprensiva, pero resulta que para leer tengo que invertir dinero y tiempo, dos factores limitados,uno por mi economía personal y otro porque no soy un ser inmortal y quiero leer todo lo que pueda antes de morirme. Si invierto en autores-bodrío, además de despilfarrar mi dinero y mi tiempo, le estoy quitando la oportunidad a otros autores.
      Me ha gustado mucho tu comentario.
      Un abrazo.

  6. Hola, Néstor.

    me parece muy interesante todo lo que cuentas y estoy de acuerdo con la gran mayoría de cosas que dices. Habría que diferenciar entre los que sólo quieren hacer negocio y los que quieren contar historias y que éstas sean leídas. Si además sacan un beneficio económico considerable, pues mejor.
    Muchos autores noveles que quieren autopublicar estoy seguro que pensarán cuando los profesionales recomiendan que los textos deberían ser corregidos por profesionales que es una forma de que os guardéis las espaldas entre vosotros. Es decir, que os empeñáis en decir que hay que corregir mientras ofrecéis vuestros servicios de corrección. No sé cuánto de cierto en eso puede haber, habrá de todo como en todas partes, pero es verdad que he visto obras (muchas) autopublicadas que sólo en la sinopsis ya tienen varias faltas de ortografía. Y son libros que están entre los más vendidos.

    Una cosa que en mi opinión salta mucho a la vista en lo que a calidad de la obra se refiere, por lo exigente que puede llegar a ser el autor, son las portadas (cubiertas). No sé cómo será el contenido de dichos libros, pero si no se han molestado en cuidar lo primero que llama la atención de su obra, no confío en que hayan hecho lo propio con el contenido. Si a eso le sumamos las ya mencionadas faltas de ortografía en la sinopsis, pues apaga y vámonos. En las editoriales suelen cuidar más esos detalles externos (porque tienen diseñadores en nómina que lo hacen) pero también me he encontrado con libros de más de 20 Euros con varios fallos, y eso duele.

    Cuando termine mi primera novela ya veré qué contrato y qué no. Tengo la suerte de tener una diseñadora gráfica en la familia, pero la corrección será algo muy necesario. Quizá sólo autopublique esa obra en mi vida, pero me gustaría que por lo menos, sin tener en cuenta el contenido, sea un producto del que me pueda sentir orgulloso.

    Un saludo y espero seguir leyendo artículos tan buenos e incisivos como este.

    Es verdad que no todos los libros autopublicados

    1. Hola, Alejandro:
      Gracias por tu extenso comentario.
      Es cierto que podría parecer que los correctores recomendamos corregir para cuidar nuestro trabajo, pero eso sería como suponer que el único objetivo de la recomendación de cepillarse los dientes después de cada comida es vender pastas y cepillos dentales. Del mismo modo, podríamos preguntárnos cómo puede ser que un escritor cometa faltas ortográficas y gramaticales; el lenguaje es su materia prima, ¿no? Sin embargo, he conocido y conozco escritores mágníficos que las cometen, y si no recurrieran a un profesional, su talento se vería empañado.
      Espero que acabes pronto tu novela y la publiques con mucho éxito.
      Un abrazo.

  7. Hola, Néstor

    Aterrizo en tu blog con algo de retraso, pero espero que me permitas exponer mi punto de vista dado que me mencionas un par de veces. Considero que la labor del corrector es fundamental, pero no es imprescindible cuando no se disponen los recursos económicos para abonar sus tarifas. A mí no me cabe en la cabeza de que un escritor autopublicado con mínimos conocimientos de ortografía y gramática deje de publicar una novela o un relato por ese motivo. Ese es el mensaje de mi post. Que ninguno se rinda y camine hacia adelante. Si alguien se molesta por las erratas, que exija la devolución del dinero y deje su justificada indignación en los comentarios para advertir a los lectores. Pero, a mi modo de ver, es un insulto a la literatura que una historia creada con cariño y ilusión no vaya más allá de las cuatro paredes de tu cuarto. Por cierto, a día de hoy, por suerte, dispongo de una correctora maravillosa que me puedo permitir.

    Con respecto al curso «Kindling», considero que es la mejor inversión de mi vida. Me abrió los ojos para comprender que si quiero llegar a más gente y ganar dinero es fundamental escribir con los requisitos del género comercial. ¿Qué hay de malo en ello? Salvando las distancias, Stephen King nunca ganará el Nobel pero su carrera es, para muchos, envidiable. ¿Es Dan Brown un escritor? No, es un escritor-empresario pero con millones de lectores. Te indigna que en la información sobre el curso se señale la opción de buscar escritores para que escriban en nombre del autor. Bueno, el mundo editorial se nutre de los ghostwriters, ¿por qué no puede hacerlo un particular?

    En fin, que la literatura es un universo con multitud de corrientes.

    Un cordial saludo,

    Luis

    1. Hola, Luis, muchas gracias por tu comentario.
      He vuelto a releer mi artículo, por si en algún fragmento escribí algo que motive la pregunta que haces: ¿Qué hay de malo en ello? De hecho, escribí esto:
      Por supuesto, esto no tiene, en absoluto, nada de malo. Al contrario, genera muchas fuentes de trabajo. Unos fabrican perfumes; otros, atún en conserva; y otros fabrican libros. Pero es muy distinto fabricar libros para vender que escribir un libro y venderlo. Diferencia sutil, pero que el lector de literatura advierte. Lo único que me fastidia es que esto también ha contribuido a la mala fama de la autopublicación, y que —lo confieso— alguna vez han conseguido engañarme.
      Mi artículo va de los aspectos que han perjudicado la imagen de la autopublicación, pero ello no significa que no respete tu postura.
      Me alegra que hayas encontrado una correctora que te puedas permitir. Ahora, he leído un fragmento de La larga huida en la opción «echa un vistazo» de Amazon, y creo que deberías reenviarla a tu correctora para que revise el uso incorrecto de gerundios, las incoherencias en los tiempos verbales, algunas redundancias y otros detalles. Igual ella no ha corregido esta obra, sería razonable, pero ello significaría que La larga huida requiere la mano de un profesional.
      Luis, pones como ejemplos a King y Brown, que son el espejo en el que se miran muchos autores. Pero hay que entender que incluso para ser un escritor comercial con cierto éxito, primero hay que saber escribir, tener lo que se llama «oficio» (o pagarle a uno que lo tenga, vale) y, segundo, hay que presentar un «buen producto», y para que ello ocurra, sus trabajos pasan por las manos de los profesionales adecuados. Ni King ni Brown ni Meyer ni muchos otros lanzan al mercado productos con defectos gramaticales u ortográficos.
      Ser escritor tiene tres vertientes: la pasión por la literatura, ganar dinero y fama o una combinación de las anteriores. Pero, en los tres casos, hay que hacerlo bien
      Por cierto, me sorprendieron los presupuestos que te pasaron. A mí no me consultaste, pero mis tarifas, que no son las más baratas del mercado, están bastante por debajo esas cifras, siempre según los datos de extensión que mencionas.
      Un cordial saludo.

      1. En efecto, «La larga huida» no ha pasado por las manos de un corrector. Mis aspiraciones con esta novela no eran más que las de compartir una viaje personal con todo aquel que le pudiera interesar por la temática y los lugares que visité. Desde luego, no pensé en dejarme medio sueldo en una corrección, aunque fuese necesaria.

        Cuando menciono a Stephen King o Dan Brown, me refiero a ellos como escritores comerciales, no como una justificación para obviar los servicios de un corrector. Los menciono porque criticas el curso Kindling al ser de una clara vocación mercantil, cuando Dan Brown, antes de ponerse a escribir su célebre libro, seguramente ya había realizado un estudio de mercado para buscar un producto con garantías de éxito. Es posible que el lector de literatura, como tú lo llamas, no lo aprecie, pero el caso es que sus libros se leen como rosquillas. De eso trata Kindling. Por cierto, una práctica también llevada a cabo por las editoriales.

        En suma, mi postura sobre los correctores, a mi juicio, es muy clara. Si dispones del dinero, contrata sus servicios. Si no es así, no se te ocurra dejar el manuscrito en el fondo de un cajón.

        Saludos

        1. Bien, Luis, no dejes el manuscrito en el cajón, publícalo tal como está, los lectores se encargarán de juzgarlo. Y son implacables, te lo aseguro.
          Saludos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll al inicio