Clarice Lispector y la palabra como carnada

Hoy quiero volver sobre una frase de Clarice Lispector, extraída de Notas sobre el arte de escribir:

«Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.»

La escritura, en su esencia, es una forma más de comunicación con nuestros semejantes. Mediante ella, la humanidad conserva su acervo cultural a través de los siglos. La palabra, con su cohesión entre significado y significante, es la que permite la comprensión de los mensajes, tanto escritos como orales. Sin embargo, la escritura literaria trasciende las palabras. Es, quizá, una paradoja: el escritor utiliza la palabra y, sin embargo, la trasciende. Dicho de otra forma, el mensaje de un escritor debe trascender el texto escrito. A eso se refiere Clarice Lispector. El lector puede olvidar las palabras que ha leído, pero nunca olvidará lo que le han trasmitido.

Néstor Belda │ Escritura Creativa: Clarice Lispector

Solo con palabras

Vuelvo, entonces, sobre la fragilidad del arte de la escritura, sobre la indigencia de los escritores: solo con palabras debemos traspasar las barreras cognitivas de la lectura y entrar en la conciencia emocional del lector. Cuando esto ocurre, las palabras escritas se superan a sí mismas y convergen en una vivencia en la cual el lector participa, activamente, a través de sus emociones.

Podemos escribir las historias más quiméricas de la literatura universal (siempre digo que, como narrador, soy un mentiroso compulsivo), pero las emociones del lector serán, siempre, verdaderas. Para ello, según mi opinión, la escritura literaria, sea poética o narrativa, trabaja en dos planos. El plano superficial, cuya belleza radica en el placer que produce la propia lectura, sin que ello signifique recurrir a palabras asombrosas o impactantes. El segundo plano es el que trasciende cada palabra, cada frase y alcanza lo no dicho, lo no explicado, lo no escrito; es la entrelinea que supera los límites de significados y significantes, invade la intimidad del lector y se convierte en una vivencia tan real como sus emociones.

Mónica Silvina Martínez Viscio, en su artículo Las emociones en la literatura, concluye:

 «Sea cual sea el motivo por el cual un lector se acerca al mundo ficcional, resulta interesante destacar que no solo leemos literatura ficcional por un acercamiento intelectual, sino que deseamos involucrarnos en la lectura, desde la página uno. Así se produce esta relación fascinante y curiosa entre autor-lector, que permite, sin conocerse, despertar emociones. Un verdadero impacto emocional que no deja ajeno ni al escritor ni al lector.»

Volviendo a Clarice Lispector, cuando el escritor comprende esto, que la palabra es solo una carnada, entonces algo habrá escrito, y ya puede olvidarse de las palabras y disfrutar de lo que ha transmitido.

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