En las primeras páginas de Icapú, su segunda novela, Karla Brenes escribió esto:
Mi agradecimiento especial al escritor Néstor Belda por sus consejos y por su apoyo en el trabajo más duro del oficio de escritor: la revisión de la obra.
Honestamente, me parecería sobradamente lógico que, si estás leyendo esto, te preguntes qué hay de significativo en esa frase. Después de todo, hay millones muy similares. Pero lo significativo de esa frase ni siquiera está en ella, sino en que Karla Brenes fue alumna mía del Curso Online de Técnicas Narrativas.
Conocí a Karla en septiembre de 2013, en uno de los últimos talleres online que impartí antes de publicar Todas son buenas chicas. Con el primer relato, el que solicito en el tema 1 para ir haciéndome con los estilos de cada alumno, me sorprendió con una prosa llana pero contundente, aunque necesitaba pulir esos detalles típicos de los escritores que ignoran las técnicas narrativas.
En mi anterior artículo (Link) mencioné que la evolución de un escritor se construye con pasión, aprendizaje, experiencia y honestidad, y que pasión es humildad y esfuerzo. Hay una premisa inevitable: cuando un escritor se apunta a un taller de escritura, humildad no le falta. Luego veremos si también es esforzado, y en mis talleres, en los cuales hay que sudar tinta, eso se nota enseguida.
El proceso de absorción de las técnicas narrativas
Recuerdo que Karla tenía una marcada tendencia a la omnisciencia, a explicarlo todo. Ya he dicho muchas veces que la omnisciencia, en sí misma, no tiene nada de malo, a no ser que el autor la utilice para eludir el esfuerzo creativo que requiere mostrar, no explicar. Esto ocurre por dos razones: desconocimiento de la técnica (la más habitual) o inexperiencia (Link). En un pasaje de uno de los relatos de Karla —que luego supe que estaba basada en Icapú—, los personajes principales se encuentran en un bar. La escena era ideal para mostrarlos en toda su dimensión, pero solo se escuchaba al narrador. Entonces, le dije que ese era el momento oportuno para renunciar a la omnisciencia y poner a trabajar a los personajes. Ella me contestó que estaba de los nervios con ese tema, que sabía que el exceso de omnisciencia era su gran fallo. «Estoy dispuesta a esforzarme». Decidí llevarla al límite —como lo he hecho con muchos alumnos para que den todo de sí—, de modo que seguimos trabajando con ese relato por correo electrónico, al margen de las actividades del aula virtual, hasta que consiguió absorber la técnica.
A veces, un exceso de omnisciencia se debe a la impericia para mostrar, en lugar de explicar. Clic para tuitear
Las técnicas narrativas forman parte de un proceso de absorción; se incorporan a la escritura de forma gradual. Son solo herramientas para que la historia se proyecte en la mente del lector como si fuese una película o, aún mejor, se convierta en una vivencia. No son reglas inviolables pero, para saltarnos una norma, primero debemos conocerla. Tampoco influyen en el estilo del autor. Por el contrario, lo perfecciona.
Las técnicas narrativas forman parte de un proceso de absorción; se incorporan a la escritura de forma gradual Clic para tuitear
Pasado un tiempo desde que acabó el taller, Karla me dejó este comentario:
Quien piensa que escribir es asunto fácil y placentero, nunca se ha enfrentado a un texto enredado y poco entendible. Una cosa es lo que autor quiere expresar y otra muy diferente es lograr que el lector vea lo que queremos vea. Para ser escritor hay que prepararse y aprender de los que saben del manejo de los mundos ficcionales. Hay que aceptar, con sencillez y humildad, que no todo lo que garabateamos frente al ordenador es genialidad pura.
Para llegar a esa conclusión, yo escribí y escribí e, incluso, publiqué mi primera novela. Entonces, y a pesar de que los entendidos decían que era buena, sufrí el rigor de un editor experimentado y exigente con la calidad, y tuve que rehacer muchos párrafos y hasta capítulos completos. Fue entonces que dejé de teclear sin dirección y tomé el curso de técnicas narrativas del profesor Néstor Belda y, en pocos meses, adquirí las herramientas que me han ayudado a limpiar mis relatos de vicios, de grandilocuencias innecesarias, y logré escribir con mayor fluidez, elegancia y, sobre todo, congruencia.
En conclusión, nadie te enseñará a relatar, pues el arte de narrar es innato, pero aprender a hacer uso de las técnicas narrativas te ayudará a desempolvar y dar brillo a ese pequeño genio que activa la creación de historias. Aprendamos todo lo que podamos sobre este arte y disfrutemos de llevar a nuestros lectores a vivir la aventura que creamos para ellos.
Para Néstor Belda, mi agradecimiento y admiración.
Aquella frase escrita en las primeras páginas de Icapú significa, para mí, más que un agradecimiento. Significa, también, que yo tengo muchas formas de vivir la literatura. Impartir talleres de escritura, y ver crecer a escritoras como Karla, es una de ellas.
Karla Brenes vive en Nicaragua, es escritora, autora de la novela A través de mis ojos, y ya está a la venta su segunda obra, Icapú.
Fotografía principal: Sergei Zolkin, Unplash.
2 comentarios en «La absorción de las técnicas narrativas»
Excelente artículo en el que complementan perfectamente la teoría y la praxis en la narrativa.
Saludos
Muchas gracias por el comentario, José, que viniendo de ti, es invalorable. Un abrazo