Las historias suelen perseguirme bastante tiempo antes de transformarse en relatos. Solo cuando se convierten en evidencias tan insoportables que no me dejan ni de noche ni día, las escribo. Es como un estado de preñez literaria. Ahora mismo tengo una en la cabeza, pero todavía no sé, con certeza, por qué ese hombre mayor va en ese tren de alta velocidad, enciende un puro y discute con la revisora sobre la interpretación semiótica del cartel de prohibido fumar. Pero, poco a poco, se va desvelando el misterio (a base de interrogar al anciano, que aún ni nombre tiene), y ya presiento la inquietud de mi lápiz y mi libreta. Los haré esperar un poco más.
Las historias suelen perseguirme bastante tiempo antes de transformarse en relatos. Clic para tuitear
Quisiera poder confesar que soy capaz de escribir historias sin parar, pero la verdad es que me gustaría ser más prolífico. No sé si algún año habré escrito más de seis u ocho cuentos, y que nunca están acabados en la primera escritura. Supongo que la novela que he empezado hace unas semanas estará lista en dos o tres años.
Con sección «Cómo escribí…», abro un ciclo de post con una doble intención: por un lado, compartir el proceso de creación de cada uno de los relatos que conforman «Todas son buenas chicas» y, por el otro, intentar transmitir la utilidad práctica de las técnicas narrativas. Vamos con el primero.
Una buena chica

Estoy satisfecho con «Una buena chica». Espero que vosotros lo disfrutéis.