Cómo escribí ¿Por qué ha dicho eso?

Como cualquier relato, «¿Por qué ha dicho eso?» también es un edificio sustentado por cuatro columnas: narrador, espacio, tiempo y personajes. Si alguna de ellas falla, toda la estructura se debilita.

Ya he hablado, en este blog, de la trascendencia del narrador, las funciones del espacio, y de la vitalidad que deben transmitir los personajes. De las coordenadas temporales me ocuparé en breve.

En el cuento, por su brevedad, los personajes deben construirse con precisión y concisión, por lo cual es imperioso aprovechar todos los elementos y recursos narrativos disponibles. Por ejemplo: el cajón del escritorio de una persona es un cuadro autobiográfico, del mismo modo que su forma de vestir y hablar. Integrar diálogos y escenarios es esencial para el escritor de cuentos, si se pretende crear personajes vivos.

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Cómo escribí «Que no, papá»

Hay cosas que las sabe todo el mundo, que pertenecen al inconsciente colectivo. Por ejemplo, quién no sabe que las praderas son verdes, que las celdas de las cárceles son lúgubres, que el calor es abrasador, que hay minutos que se hacen eternos, que hay personas que tienen un carácter peculiar, que las cenas son opíparas, y no quiero seguir porque sería tan aburrido como lo es para los lectores ―y me incluyo― que nos cuenten esas cosas que ya sabemos. (más…)

Un relato dedicado a don Américo Calí: capitán de ruiseñores

Conocí a don Américo Calí la tarde de un miércoles de mediados de 1978.

Dos años antes de aquel día, leí por primera vez «El milagro secreto», un cuento de Jorge Luis Borges, incluido en Ficciones, y al día siguiente, con catorce años, hice dos cosas: escribí mi primer relato, y comencé mis incursiones semanales por Chimirka, una librería de usados de la calle Garibaldi casi esquina San Juan, en la lejana provincia de Mendoza, Argentina. (más…)

Cómo escribí «La noche del pollo frito»

Hablar de la importancia que le atribuyo a los diálogos (discurso del personaje) y al espacio (escenario), sería repetirme como el ajo. Ambos recursos trabajan en dos planos. Por un lado, son dos potentes herramientas para la construcción del personaje y, por el otro, contribuyen a mantener vivo el rastro emocional de la historia. En cuanto al espacio, sobre todo si jugamos con elementos cotidianos, el escritor debe contemplarlo con sentimiento de extranjería. Con el diálogo, el personaje se muestra a través de su propia voz. (más…)

Cómo escribí «Estaríamos mejor»

Yo veo la poética como la expresión literaria más realista. Uno lee una poesía y allí está la intimidad del autor en su estado primigenio; sus anhelos, su ser y estar en el mundo. Es mi perspectiva personal, o mejor dicho, un sentir personal sin pretensiones axiomáticas.

Pero, ¿qué pasa con los narradores? En principio, pareciera que escribimos ficciones, historias inventadas, incluso fantásticas, y, sin embargo, todas llevan el perfume del autor.

Cómo escribí «Lirios amarillos»

A menudo tengo la sensación ―y es solo una percepción personal― de que cuando escucho a los lectores opinar que tal relato tiene buen ritmo, se refieren a que su lectura es ágil, o a que avanza con rapidez. Sin embargo, hay historias que exigen cierta morosidad. Es comprensible que algunos escritores, sobre todo al principio del camino, piensen que el aburrimiento del lector se evita con narraciones ágiles, incluso trepidantes. Del mismo modo, es indiscutible que las posibilidades de que un lector se nos duerma con una historia ―o un pasaje de la historia― son mayores en discursos con cierto grado de lentitud, que en aquellos que mantienen un ritmo más ágil. Ese fue uno de los desafíos que tuve que asumir con el segundo relato de Todas son buenas chicas. (más…)

Cómo escribí «Una buena chica»

Las historias suelen perseguirme bastante tiempo antes de transformarse en relatos. Solo cuando se convierten en evidencias tan insoportables que no me dejan ni de noche ni día, las escribo. Es como un estado de preñez literaria. Ahora mismo tengo una en la cabeza, pero todavía no sé, con certeza, por qué ese hombre mayor va en ese tren de alta velocidad, enciende un puro y discute con la revisora sobre la interpretación semiótica del cartel de prohibido fumar. Pero, poco a poco, se va desvelando el misterio (a base de interrogar al anciano, que aún ni nombre tiene), y ya presiento la inquietud de mi lápiz y mi libreta. Los haré esperar un poco más. (más…)