La creación literaria y el lector

Estaba preparando una entrada basada en una frase de Gardner Botsford, que fue, durante 40 años, editor de la revista The New Yorker. Pero esta mañana surgió un debate, en mi muro de Facebook, que considero interesante exponerlo a quienes deseen dejar su opinión.

Sobre las 11:00 hs. compartí un artículo que María Mónaco, poeta y profesora de escritura poética, publicó en Ateneo Literario, titulado El poema sin lector es inconcebible, que es un fragmento de las siguientes frases del poeta asturiano Ángel González:

 «… la poesía es una actividad colectiva. El poema sin lector es inconcebible, no existe. El poema necesita al lector para ser, para terminarse, para hacerse del todo… El autor del poema lo que hace es una propuesta, un texto; y esa propuesta o ese texto exige la respuesta del lector.»

Casi de inmediato, Javier Del Prado Biezma, profesor de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, a quien no solo respeto, sino que además lo admiro, dejó su primer comentario.

La creación literaria y el lector

Este tema, el de la creación literaria y el lector, constituye una de mis inquietudes literarias que me impulsa a indagar e indagarme constantemente. Pero no voy a extenderme, básicamente porque no se trata de demostrar quién tiene razón. Lo que busco es enriquecer el debate.

El debate fue el siguiente:

Javier Del Prado Biezma

Esas rotundas afirmaciones hay que basarlas en algo. Empezando por preguntarse si el poeta ya no es lector. Y segundo preguntándose acerca de las funciones (plurales,) de ls escritura.
Así, a secas resultan muy bonitas, democráticas y muy demagógicas de cara a la figura del lector (¡ese creador que todos llevamos dentro, pero que nada crea).

Ness Belda

A mí me parece que el artículo está muy bien argumentado, y nada demagógico. Pero cada uno tiene su opinión, y todas son muy respetables.

Javier Del Prado Biezma

Todas las opiniones que se traen a colación, con las que estoy de acuerdo (excepto con la de Ángel González, cuya poética del realismo social es muy sospechosa en la ocasión) no asientan la idea de que sea el lector (únicamente, insisto en este únicamente) el que de su razón de ser al poema o a cualquier obra de creación. De acuerdo que la creación sea una dialéctica entre la nada y el ser, de acuerdo en que el poema sea una flor cuyo perfume no se agota nunca, etc. Pero ese acto de creación se da estrictamente en el acto mismo de creación, acto de creador, y en el producto de éste: el poema o el objeto de arte. Por mucho que sucesivos paseantes huelan y disfruten del perfume de la Flor, ese perfume ni será creado ni será aumentado, ni tendrá una función diferente de la que tiene. Por mucho que mire las Meninas de Velazquez, mi mirada será capaz de añadir una pincelada al cuadro, etc.

La semiótica socialista moderna ha confundido o pretendido confundir creación con disfrute y con interpretación. Pero ni el disfrute del objeto de arte lo ‘acaba’ ni la interpretación lo modifica. Lo recorre, lo transita y permite hacer trayectos de visión, como cuando recorremos un bosque reconocido, impenetrable. Ahora bien, queda muy bonito darle al usuario el papel de creador del bosque, de la flor y del poema.

Ello, sin olvidar las consecuencias de la frase de Proust, en su ambigüedad: «Porque la obra es la creación de otro yo».

Ness Belda

La verdad es que no soy un intelectual, solo soy un escritor, más precisamente, un narrador. No poseo los conocimientos que a muchos escritores los convierte también en verdaderos intelectuales. Pero sí tengo mi propia visión de la literatura. No sé si me entiendes.

Aclarado esto, no cabe ninguna duda de que el lector no agrega nada al texto así como el espectador tampoco agrega una pincelada a las Meninas. Sin embargo, sí creo en que el lector completa la obra, individualmente (y recalco individualmente), en el acto más íntimo de la lectura, con sus vivencias, sus creencias y sus experiencias emocionales. De hecho, en mi escritura, doy mucha importancia a lo que «no digo», que son como espacios en blanco que el lector, individualmente, rellenará con su propia percepción. Pero no lo hago ni por demagogia ni porque suene bonito desde el punto de vista del lector, sino porque me niego a manipular, con mi escritura, las creencias y las respuestas emocionales del lector. Eso es la interpretación que hace el lector, me dirás, y estarás en lo cierto. Pero cada interpretación dependerá de factores que nunca, nunca, estarán predeterminados en mi obra y que, entonces, la completarán. 
Yo contemplo el arte en dos planos: uno es el estético, que implica disfrute, como el del olor de las flores; y el otro es el de comunicación, que es ese “tengo algo que decir” que da sentido y justifica la obra literaria. Entonces, hay un acto de creación que se inicia y acaba en sí mismo. Pero, para mí, no es lo mismo el “acto de creación” que la “obra creada”, que como acto de creación, está acabado, pero como hecho estético y de comunicación, para realizarse exige la participación activa del lector con sus vivencias, creencias y experiencias emocionales. Y creo que ignorar esto es ignorar que cada ser humano, incluidos los lectores, es un constructo emocional que leerá y construirá su propio sentido de la obra.

Pero, como te digo, todo esto está basado en mi visión del hecho artístico, sobre todo literario, y nada intelectual. Así todo, creo que en cuestiones de arte, no existen verdades absolutas.

Javier Del Prado Biezma

No te voy a contradecir en nada de lo que acabas de decir, salvo en un aspecto que es el que atañe al creador, lector de su propia obra, que cerraría en torno a la obra un círculo muy peculiar. En en el encerraría yo lo que llamó la función ontológica del arte y de la literatura: la creación en la obra de arte de otro yo, que no necesita a otro lector que el creador mismo.Dicho eso, demos al lector externo a la obra toda la importancia que queramos, llamándolo lector, intérprete o crítico. La lectura, etapa final del proceso literario está más allá del proceso creador, en otro espacio, salvo en las obras voluntariamente interactivas u ofrecidas como «obras abiertas» (Umberto E.). En la lectura el lector comprende y se explica el texto y, en ocasiones dialoga con él y consigue hacerlo parte de su universo interior (Proust, Acerca de la lectura ). Dándole a este gesto toda la importancia que tiene, no creo que debamos sacarlo del espacio de la interpretación y de la asimilación – que no es ni pequeño ni baladí.

Que Barthes introdujera en la cadena de la creación artística y literaria al lector, como único y definitivo eslabón, tenía una intencionalidad metafísica y política. Con ello se llegaba al concepto de muerte del autor, tan famoso en su día. Con ello de mataba a la última instancia de la paternidad: al autor como padre (creador) de su obra (su criatura) y esta paternidad se diluía en los miles de lectores posibles. El último padre dejaba de existir. Ya no existía el creador.

Ness Belda

Entiendo lo que dices cuando dices «la creación en la obra de arte de otro yo», Escribo hace 39 años, y publiqué hace uno, y casi por un impulso ajeno. ¿Por qué? Porque hay un espacio, si se quiere metafísico, donde me enfrento a mi mismo a través de lo que escribo. En unos de mis artículos lo defino así: «busco y me busco en la escritura y en la literatura, que es, a la vez, un viaje infinito hacia mi propia identidad». Autor y lector, un círculo infinito, casi un espejo borgiano. Pero, cuando publicas, la obra sale de ese círculo y entra otro número desconocido de círculos: el de la obra y el lector, y que se repiten y se cierran sobre sí mismos, hasta el infinito.

Recuerdo ahora las palabras de Ernest Hemingway, en la entrevista que le realizó George Plimpton (puede que me equivoque en alguna palabra):

«Lea usted cualquier cosa que yo escriba por el placer de leerla. Todo lo demás que usted encuentre será la medida de lo que usted mismo aportó a la lectura.»

Y eso es lo que yo siento, y lo que me aportó haber publicado: Que lo que yo haya escrito, al salir de mi cajón, se ha renovado, incluso redimensionado y completado con cada lector. Esto confirmo una sospecha que tenía, y que creo que cualquier obra artísitica tiene dos existencias. Una es la material (digamos que lo escrito, escrito está, tinta y papel, tela y pinturas), y otra es intangible, es la que trasciende las palabras y que, aunque parezca metafísico, expande su sentido. 
¡Ah! Eso de la muerte del autor siempre me pareció una tontería.

Si quieres, sería muy interesante que te sumaras a este debate con tu opinión.

Imagen destacada: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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