El extrañamiento y el entorno narrativo

Podemos escribir:

«Juan era pobre y muy trabajador.»

Y podemos escribir:

«Juan vivía en una chabola de chapas en un conglomerado marginal de las afueras de la ciudad y, desde los diez años, doblaba la espalda, de sol a sol, en los arrozales para llevar un magro jornal a su familia.»

El espacio físico es, qué duda cabe, un recurso preexistente en un relato, pero que hay que organizar y montar a propósito para cada historia. La carencia de escenografía en los relatos de los escritores en ciernes, se debe, en parte, a cierta escasez de poder de extrañamiento.

Extrañamiento: Cuando el entorno cotidiano susurra

Cualquiera de nosotros, al visitar por primera vez la casa de un recién conocido, podemos intuir qué tipo de personas viven allí solo con observar la decoración, las fotos, la limpieza, la presencia de libros y sus temáticas, de plantas, de mascotas, la forma de vestir y peinarse. El entorno físico dice mucho de las personas y de sus vidas. Cuando viajamos a una ciudad o país desconocido, el parque automotor, el estado de las calles y las viviendas, de las cabinas telefónicas, incluso los olores, son como pinceladas que nos advierten de la situación general, y que vienen acompañadas de las sensaciones que nos despiertan: inseguridad, asco, placer, tristeza, nostalgia, euforia, asombro. El entorno cotidiano rebosa de detalles trascendentes, cargados de simbolismos, pero que, por cotidianos, ya no los observamos.

La cotidianeidad automatiza la mirada sobre la realidad que nos circunda, devora los objetos, los descarta, y el escritor debe volver sobre ella con sentimiento de extranjería. Eso es extrañamiento

¿Quién no ha visto caer ropa tendida en un balcón? Eloy Tizón también:

«De repente, de la nada, cae volando un jersey. Las mangas revolotean hasta posarse. En la acera, supongo. Ropa que cae del cielo. […] ¿A qué me recuerda esto? A ropa muerta. Desaparecida. A fantasmas textiles colgados de las perchas con sonrisa de poliéster.» (Merecía ser domingo, en Técnicas de iluminación)

En narrativa, el escenario es un kit de herramientas multifunción: aporta visibilidad, ritmo, simbolismo, atmósfera, continuidad, sirve para construir indicios y personajes, transmitir emociones, es el marco espacial de las acciones y testimonio de autenticidad.

«El escritor de ficciones debe comprender que no se puede provocar compasión con compasión, emoción con emoción, pensamientos con el pensamiento. Debe transmitir todas estas cosas, sí, pero provistas de un cuerpo: el escritor debe crear un mundo con peso y espacialidad.» (El arte del cuento, Flannery O’Connor)

El espacio físico es uno de los cimientos del edificio narrativo, edificio que habitarán los personajes. Pero también es un elemento que mal usado es como un rascacielos con cimientos de barro: está condenado al derrumbe. Y quizás aquí resida la causa de su escasa explotación, o si se utiliza, sea de manera intrascendente: el encastre perfecto de los detalles físicos en un relato requiere del dominio de la técnica, de una dosis de extrañamiento para dotarlos de simbolismo y para mostrar sin explicar.


Imagen destacada: Dmitry Ratushny

3 comentarios en “El extrañamiento y el entorno narrativo”

  1. Transmitir y crear un mundo. A veces se olvida que la literatura recrea realidades envueltas en un traje de ficción y que los mundos y acciones expuestos en una narración tienen, como la vida misma, sus mecanismos y elementos.

    1. Hola
      También varía si un texto es una novela corta o una larga, un cuento largo o un cuento corto. En una novela normal es evidente, pero sin embargo en un cuento corto o novela corta no cabe si esta es fluida en acción. Interesante de todos modos pues ayuda a entender mejor los mecanismos en una narrativa larga.

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